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Un amor que pisa y no arranca

 

Estimado don Romeo,
Le escribo para hacerle una consulta acerca de una situación que me tiene bastante preocupada.
Es en relación con mi hermana gemela, Yuni (nombre ficticio). Ella tiene 19 años y, aunque usted no lo crea, yo también.
Aunque ella tiene un lunar en el lóbulo izquierdo y yo no, nos parecemos muchísimo, hasta el grado de que alguna gente se confunde y se cree que somos gemelas idénticas.
Las dos somos bellas pero, claro, nuestro parecido es en lo físico nada más.

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Espiritualmente no podemos ser más diferentes: yo soy estudiosa y recatada y llevo cinco años con el mismo novio, a quien todavía no le he concedido un primer beso, mientras que Yuni, que abandonó sus estudios de cosmetología avanzada y trabaja ahora en un negocio de comida rápida, se la pasa cambiando de pretendiente más rápido que el aceite en su plancha de freír.
A lo último yo tenía la esperanza de que ella por fin estuviera sentando cabeza, dado que ya llevaba casi dos semanas de noviazgo formal con Chichi, un muchacho de lo más serio que se dedica a dar clases de patineta avanzada a los delincuentes del barrio. Pero todo cambió un día en que al parecer una cucaracha suicida se zambulló dentro de una paila de aceite: por lo regular eso no representa problema, por considerarse que solo contribuye a mejorar la sazón de los alimentos, pero esta vez el aceite hirviendo salpicó a Yuni y tuvieron que llevarla dando alaridos al CDT más cercano.

 
Al comprobar que había sido más el susto que otra cosa, Yuni recuperó la calma. Claro, también hubo otra razón: el médico que la atendió en el dispensario era el mismísimo Richard Gere, aunque unos cuarenta años más joven.
Como de costumbre, Yuni quedó intrigada y, mientras él la examinaba en la sala de emergencia, con mucha sutileza ella trató de hacerle saber que él le atraía.
La cosa no le fue bien cuando trató de besarlo, sin embargo, ya que el muchacho no le respondió con la fogosidad esperada.
Claro que mi hermana no es de las que se da por vencida rápidamente. En lo subsiguiente, luego de averiguar los días y el horario en que su Richard Gere, Jr. estaba de turno, ella estuvo presentándose al mismo dispensario dos y tres veces por semana, inventándose todo tipo de padecimientos, desde un ataque de hipo hasta mareos y picor por todo el cuerpo.

 
Sin embargo en todo momento el muchacho la atendió con un profesionalismo total, sin ni siquiera cuestionarle la frecuencia de sus visitas.
Finalmente mi hermana perdió la paciencia luego de que el galeno la examinara sin inmutarse después de que ella se quejara de tener los senos demasiado sensitivos.
“Yo estoy casado”, le dijo él.
“¿Y?”, le preguntó Yuni, que ya estaba acostumbrada a superar esos obstáculos. “Para mí eso no es problema”.
En fin, mi hermana no volvió a visitar el dispensario ni volvió a hablar del asunto y la he notado tan triste, don Romeo, que lleva casi una semana completa sin conseguirse un nuevo pretendiente.
¿Qué me recomienda, don Romeo?

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Después de analizar profundamente su escrito, querida lectora, noto cierta falta de espiritualidad en su hermana. Por suerte, yo ando en las mismas: súplale mi E-mail, por favor.

Romeomareo2@gmail.com

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