Aquí es donde comienza lo bueno
“Cree en ti, pues el Señor cree en ti y te ha regalado todo su amor para que seas feliz”.
Quiero dejar claro uno de los postulados que me han acompañado en mi travesía. Tienes que tener confianza y fe en ti, esto es, tienes que creer en ti. Tienes que creer en todas tus capacidades, en tus atributos y destrezas, en tus virtudes, en tus fortalezas, en tus estructuras mentales y espirituales, en fin, tienes que creer que puedes y que lo vas a lograr.
Este es un largo caminar que requiere de mucha estámina, resiliencia y resistencia. La vida no se detiene porque estemos en medio de una adversidad y no nos garantiza que solo experimentaremos esta única adversidad. Seguiremos viviendo y a nuestras vidas seguirán llegando otras adversidades propias del vivir. ¿Y qué haremos? ¿Paralizarnos, sucumbir, colapsar, rendirnos?
¡No, aquí es donde comienza lo bueno! Aquí es donde sacamos todo nuestro arsenal de herramientas para trabajar de manera efectiva y eficiente con las situaciones que se presentan. En este momento ponemos en práctica todo lo que Dios nos ha regalado, con alegría y con entusiasmo, con entrega y compromiso, con fe y confianza, y con mucho amor. Podemos lograr todo lo que nos propongamos, siempre y cuando, no nos dejemos abrumar y anular por las situaciones. Siempre y cuando no nos dejemos paralizar y confundir por el miedo. La incertidumbre no puede ser un obstáculo, al contrario, debe ser una luz que ilumine nuestro centro, donde habitan nuestras virtudes.
Como la incertidumbre es lo desconocido, nos obliga a encender la antorcha de nuestras capacidades para enfrentarnos a ella, sin temor y sin reservas. Nosotros podemos superar cualquier adversidad, tenemos las herramientas para hacerlo. No podemos desesperarnos y angustiarnos, tenemos que ocuparnos de nuestros problemas con mucha paz y fortaleza en nuestros corazones.
Tenemos que desarrollar, alimentar y fortalecer nuestro mundo espiritual para que éste pueda sostener nuestro mundo físico. De no ser así, no vamos a poder con la carga y lo que ésta exige en momentos de turbulencia. Nuestra fe, confianza y esperanza en el Dios de la Vida es lo que nos permite creer en nosotros, y llenarnos de valor para enfrentar lo desconocido.
Cree en ti, pues el Señor cree en ti, y como una fuente inagotable te baña de bendiciones para refrescar tu camino, porque su voluntad es tu felicidad.