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Vivir con Cáncer

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Polvo de todos los caminos…

Cuando me detengo a analizar todo este recorrido, es evidente lo enriquecedor que es mi caminar. Cuando era adolescente me aprendí un poema y en uno de sus versos decía, “cuando ya tenga polvo de todos los caminos”. O sea, cuando haya caminado, cuando haya buscado, cuando haya encontrado y cuando haya recogido. Cuando tenga lleno mi equipaje de momentos, experiencias, relaciones, verdades, risas, dolores y alegrías.

En muchas ocasiones les he compartido mis vivencias en la sala de infusiones, con mis compañeros de quimioterapia, en el laboratorio, en agencias gubernamentales y con las organizaciones que ayudan al paciente y que luchan por erradicar esta enfermedad.

Pero está el otro recorrido, el de los caminos que no tienen que ver con tratamientos ni con actividades clínicas o médicas. Los caminos cotidianos del trabajo, del vecindario, de los amigos, de los hijos, la familia, esto es, de las gestiones y las vivencias ordinarias.

Sin embargo, estos otros caminos están matizados e impregnados de nuestra nueva realidad. Y quiero que me entiendan bien. Todo el desarrollo y la evolución que hemos tenido en el plano espiritual y emocional se proyecta en cada quehacer de nuestras vidas. Y lo transmitimos a los demás, en forma de paz, de ternura, de cariño, de sensibilidad, de empatía, de entendimiento y tolerancia. Nuestra personalidad tiene una efervescencia y un entusiasmo natural y genuino.

Este nuevo estado del alma que se proyecta a través de nuestra personalidad atrae a los demás, y buscan con novedad y curiosidad beber de esas aguas. Y con asombro y felicidad ves como el propósito que Dios te ha señalado se va cumpliendo, porque estás compartiendo con los demás tus enseñanzas para que tengan una vida plena y de bienestar.

Y es ahora cuando creces y alimentas de amor tu corazón, porque te das sin reservas y sin temores por el bien de los demás. Porque aprendiste a escuchar y a comprender, porque estás presente en la vida de ellos.

Comienzas a reconstruir tu vida de adentro hacia afuera. Tu vida y la de ellos adquieren un nuevo ordenamiento. Caminamos por pasadizos obscuros y dolorosos, y luego de recorridos una intensa luz los alumbra, y se acabaron las tinieblas y brillan las esperanzas.

Es impresionante ver como empezamos a intercambiar pensamientos, experiencias y conceptos de forma natural y sin tapujos. Te presentas tal y como eres, con tus debilidades y tus fortalezas, y abres el libro de tu vida. Y comenzamos a dialogar y a profundizar sobre todo lo vivido, lo sufrido y sobre lo que nos ha hecho feliz. De imprevisto y como un torrente comienzan a fluir las respuestas y las verdades, y las redefiniciones y el río discurre por todas las vertientes, y empiezas a encontrarte y a crearte, y la metamorfosis retumba en lo profundo de nuestro ser. ¡Ha sido un parto, un alumbramiento, un renacer!

Si pudieras mirarte en ese preciso momento, verías como relumbras, como emana de ti la luz. Y es que tu luz interior, tu alma en su máximo esplendor, irradia a otros seres humanos. Y volvemos al propósito de nuestra vida que es dar amor, llenar de amor otros corazones, esto es, no retenerlo para nosotros, sino, darlo a borbotones.

Y aún más sorprendente es el hecho que no todos hablamos del cáncer, no, hablamos de las adversidades de cada cual, de los problemas y situaciones de cada cual, que tienen elementos en común como el dolor, el sufrimiento, la transformación, el proceso de sanación, el coraje, la aceptación, el temor, y la frustración, entre otras cosas. Pero que en el fondo y en su raíz guardan una enseñanza de amor. Toda adversidad trae consigo bendiciones.

¡Qué alegría que puedes ayudar a otros, que puedes tocar a otros en lo más profundo de su ser, que puedes acompañar a otros en su caminar por senderos pedregosos y que puedes reír de felicidad con los demás porque tú eres otro!

Eres hijo del Amor de los Amores y Su voluntad es tu felicidad.

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