El amor resucita
El amor resucita.
Nosotros los pacientes de cáncer tenemos que estar en constante alerta y vigilia, y en constante proceso de crecimiento y desarrollo espiritual. No podemos descuidarnos, no podemos darle a la mente ni un segundo para que engendre pensamientos tóxicos y enfermizos, pues nos aniquila y nos destruye. Nuestros corazones tienen que estar libres de miedos y temores y llenos de amor. Repletos de confianza y fe en Dios. Siempre confiados y seguros de nuestras capacidades, dones y atributos.
Dios nos cambia las métricas para corroborar si tenemos nuestro espíritu fortalecido, para cerciorarse de que estemos trabajando y desarrollando nuestro mundo espiritual. Para comprobar nuestra constancia y persistencia.
Quiero abrir mi corazón y contarles esta historia. Durante los pasados dos años he estado inmerso en mi tratamiento para combatir el cáncer. Han sido meses intensos de quimioterapias, radioterapias, laboratorios, hospitales, biopsias y multiplicidad de estudios. Siempre los resultados eran favorables, los tumores se iban achicando y otro se había calcificado y no tenía actividad. Pero el estudio más reciente arrojó un resultado adverso, negativo, todo lo adelantado se había revertido, y había que comenzar de nuevo.
Me cambiaron las métricas. Tenía que enfrentar una nueva, angustiosa y dolorosa realidad. Y la mente comenzó su ataque cruel y sangriento. Ésta lo que necesita es que le demos un segundo demás para aniquilarnos, para destrozarnos. Comencé a experimentar una danza de engendros deformes en mi mente, eran monstruos y espejismos, era una pesadilla existencial. Te roba la alegría, el entusiasmo, la energía, las ganas de luchar y de vivir. La muerte la sientes más cerca y más fría, sus pasos sonoros y sus sonidos estridentes. La mente es un lugar en sí mismo, en ella habitas. Y, sobre todo, eres humano, con todo lo que eso implica.
Comencé un tratamiento de quimioterapias por cuarenta y dos días. Sin electricidad ni refrigeración en mi hogar. Rebajé treinta libras, perdí el apetito y masa muscular. Me miraba en el espejo y la mente me destrozaba con sus pensamientos. Mi único apoyo era mi esposa Annabelle, que nunca me veía flaco y decrépito, era todo entusiasmo y positivismo. El problema no lo tenía ella, lo tenía yo en mi lucha con mi mente y sus deformes engendros.
Terminé el tratamiento de las quimioterapias y nos fuimos al hogar de mi hija Carelle y su esposo Bernie en busca de vida. Nos llevamos a Jack, ese fue mi primer reto. Ellos viven en Filadelfia y estaban conscientes de lo que iban a recibir pues fue su idea el viaje. Habían preparado un plan de vida para recibirme y revivirme. ¡El amor resucita!
Ante aquella lección de vida que estaba recibiendo de mis hijos decidí enfrentar mis miedos. Decidí enfrentar esos monstruos creados por mi mente. Decidí comenzar mi proceso de sanación. Ya la meta no era ganar las libras perdidas o recuperar el apetito, era sanar el alma y recuperar la paz y la serenidad.
Pero tenía que enfrentarme cara a cara al miedo de la muerte, de la agonía, del sufrimiento, del dolor y del final. Tenía que irme en un viaje profundo en mi interior, buscar ese espacio de silencio para identificar mis fortalezas y capacidades. Estas luchas son dolorosas y cruentas pues tienen que ver con lo que conocemos como vida. No se dan de la noche a la mañana, toman tiempo y tienes que fortalecerte con todos tus dones y virtudes. Tienes que llenar tu corazón con el amor de Dios. Inicialmente da miedo y pavor, no es fácil abrirles la puerta a esos demonios. Pero lleno de fe y confianza en el Dios de la Vida vencerás.
Fueron días difíciles, de una lucha interior dolorosa, pero me reconcilié conmigo, con mi vida, con mis circunstancias y principalmente, me reconcilié con la voluntad del Señor. Fortalecí las áreas débiles y retomé mi proceso de crecimiento espiritual, estoy lleno de esperanzas.
Mis circunstancias y métricas cambiaron, pero se fortaleció mi fe, mi confianza y mi corazón. Mi alma es un concierto de alabanza y de agradecimiento a Dios.
El amor resucita.