Las cosas de la mente son sorprendentes. Estas últimas dos semanas he estado dando vueltas en el torbellino de la incertidumbre.

La pasada semana me hicieron los laboratorios de sangre para conocer como está respondiendo mi cáncer al tratamiento de quimioterapias.

¡Y comenzó la máquina a trabajar, comenzó la molienda, comenzó el bagazo!

Es toda una procesión de pensamientos que la mente machaca y machaca, y exprime y exprime, vomitando jugos amargos.

Me lleva en un recorrido accidentado y pedregoso a través de mi vida. Pero los episodios que selecciona son los tormentosos y virulentos. Son pesadillas relampagueantes y desordenadas, confusas y anárquicas. Cargadas del dolor de malas decisiones y errores, de los tropiezos y los fracasos.

Es como si mi mente escogiera, no solo los episodios, sino los momentos oportunos para sumergirme en una vorágine de desesperación.

Y quiero aclarar, que esta situación no se trata de tener fe y confianza en Dios, en mí y en mi oncólogo. Esto se trata de una condición humana que requiere de intensos ejercicios mentales, de enfoque y concentración. Se trata de esforzarnos en producir buenos pensamientos para contrarrestar esos engendros deformes que produce nuestra mente.

¡Porque nuestra mente gobierna nuestras acciones y ella es la fuente de nuestros pensamientos!

Al compartir con mis compañeros de la sala de infusiones y conversar sobre nuestros casos, confirmo mis luchas y mis pesares. Pero también, confirmo lo importante que es tener fe y confianza en el Dios de la Vida. Me nutro de paz y fortaleza, me apoyo en su infinito amor y transformo mis miedos en esperanzas.

Comienza una nueva comparsa de música y alegría en mi corazón. Y las máquinas dejan de crujir, ya no es molienda ni bagazo. Ahora es fruta jugosa. Ya no lloro, ahora río. Ya no es dolor, es felicidad. Ya no son pesadillas, son pensamientos de vida.

¡Sigo vivo!