La oficina cobra vida, tiene alma y corazón
Al llegar a la oficina de mi médico se mezclan un sinfín de emociones. Es como llegar a un club de amigos o llegar al camerino de tu equipo deportivo.
Desde que llego comienzan los saludos y los comentarios. Cada cual cuenta sus anécdotas, las situaciones con los efectos secundarios, un buen chiste y cualquier otra experiencia relacionada con el trabajo, el hogar, los planes médicos o el tratamiento.
Todo es alegría y algarabía, las caras que antes reflejaban preocupaciones, ahora están risueñas y contentas. Todos comenzamos a vibrar, a reír, a disfrutar el momento, a vivir el aquí y el ahora. ¡Comienza la metamorfosis!
La oficina cobra vida, tiene alma y corazón. Ya no es un laberinto de seres confusos, angustiados y mustios. Ahora es un volcán en erupción que despide esperanzas, sueños e ilusiones.
Las relaciones que construimos en la oficina de nuestro médico son fundamentales para nuestro proceso de sanación y principalmente la relación con nuestro oncólogo.
En la oficina del Dr. Héctor León tengo a mi familia extendida. Aquí tengo el apoyo incondicional y el positivismo de Nancy, que me orienta y asesora en todo lo concerniente a los planes médicos, seguros y trámites administrativos. Al igual que José y Corelys.
Cuento con la experiencia y los vastos conocimientos de Ivette, nuestra enfermera oncóloga. Experta conocedora de los medicamentos y de los tratamientos para la curación del cáncer. Ella nos cuida y está pendiente de cómo reacciona cada cual a los medicamentos.
Todas estas relaciones interpersonales están matizadas de mucho cariño, ternura y empatía.
Ahora, es imperativo crear una relación con nuestro oncólogo fundamentada en la confianza y en la credibilidad. Él tiene que proyectarte esa confianza y tú tienes que estar dispuesto a recibirla. Tu mente y tu corazón tienen que estar abiertos para recibir los nuevos conocimientos y las nuevas perspectivas. No puedes estar paralizado por el miedo, tienes que estar en armonía con el Dios de la Vida.
El Dr. León me brinda conocimiento, información sobre nuevas formas de tratamiento, descubrimientos científicos, novedosos medicamentos, un plan estratégico para atacar mi enfermedad, pero sobre todo, un gran apoyo emocional y espiritual.
Él está activamente presente, me involucra y me invita a la colaboración, me hace parte y dueño de la idea. Con la complicidad de un amigo me lleva de la mano a través de esta travesía. Y con la ternura del amigo me conforta y me llena de esperanzas, porque tiene a sus pacientes en su corazón.
También quiero destacar, que mi proceso de sanación comienza con los laboratorios que me tengo que hacer antes de cada sesión de quimioterapia. Allí tengo otro club de amigos que me estimulan y animan a seguir con paso firme. Llego temprano, alegre y explosivo, festejando mi día y mi vida. En el Laboratorio Clínico Plaza Encantada todos mis amigos con mucho cariño y dulzura celebran mis amaneceres.
Cuando llego a la oficina de mi oncólogo me siento como un niño que llega al parque a jugar con sus amiguitos.