¡Qué bueno es ser bueno y sentirse bueno!

Amar a Dios con el corazón, con el alma y con la mente. Y desde el amor a Dios amar intensamente a nuestra familia, a nuestros amigos y al prójimo.

El Dios de la Vida es la fuente de todas las virtudes y en su cercanía las vivimos todas. Y cuando entendemos nuestra verdad y propósito nuestro corazón es pesebre de todas ellas.

Y entonces nuestro mirar, abrazar, reír, hablar, caminar, soñar, crear y construir es distinto, único y genuino.

Te sientes libre para expresar tu amor, sin egoísmo y sin ataduras. Eres feliz porque tu alma, mente, cuerpo y corazón están en armonía con Dios y con la naturaleza.

Nuestra travesía en la tierra es de crecimiento y desarrollo espiritual, de purificación y perdón, de amor y liberación, de descubrimientos, propósitos y verdades, de deslumbramientos y reconciliaciones, de conocernos y reconocer la Fuerza que habita en nuestro centro.

¡Has conocido la belleza del Amor de los Amores!

Y si has conocido tanta belleza en la tierra, por qué te atormenta disfrutarla en el Cielo.

Volverás a integrarte al Alma Absoluta, a donde siempre has pertenecido.

Volverás al reino de todas las virtudes,

al reino de los esplendorosos amaneceres,

en donde los colores del arcoiris se anidan en tus ojos,

en donde la luz de las estrellas serán tus caminos y senderos en los valles eternos del Padre.

Si ahora te fascina sentir la divinidad que compartes con el Señor,

si ahora te esfuerzas y te empeñas por amar y complacer al Creador,

por qué no desear la felicidad eterna de Su Presencia, en el lugar donde nace el Amor y se manifiesta hacia el infinito.

Morir es comenzar a vivir el Amor del Padre en la plenitud de su Belleza.