Tuvo que renunciar a su empleo.
“Ahora si que estoy en un gran dilema, o agoto los días que tengo acumulados por enfermedad para continuar mi tratamiento y me arriesgo a quedarme en cero, o comienzo a gestionar el seguro social por incapacidad para asegurarme una fuente de ingreso”, me explicaba un joven compañero de quimioterapias.
“Yo tuve que renunciar a mi empleo y acogerme a los beneficios del seguro social por incapacidad. Pero ahora tengo que lidiar con el banco para que me den alguna alternativa para aliviar el pago de la hipoteca y recortar los demás gastos del hogar y los personales. Pues con lo que recibo del seguro social no me alcanza ni para lo básico”, intervino apesadumbrado otro compañero de tratamiento.
Es una situación compleja la que vivimos los pacientes de cáncer, hay una realidad social, económica, religiosa, moral y de salud. El diagnóstico de la enfermedad te sorprende de la noche a la mañana y caes en un mar de confusiones. Toda enfermedad te toma de imprevisto, pero el cáncer no es cualquier enfermedad. El tratamiento es más complejo y sus efectos secundarios se convierten prácticamente en otra enfermedad. Y tienes que reordenar tu vida, tu cotidianidad, o sea, es todo un nuevo Plan de Vida. ¡De momento y de imprevisto!
Nuestra familia es afectada, se altera el orden de las cosas y comienza el cambio. Y a la misma vez comienza la resistencia a éste. El hábito tiene una fuerza de atracción inmensa, no te quiere soltar. Y se convierte en una actitud.
Y es en este momento que tenemos que romper las cadenas del hábito y de la costumbre. Esta enfermedad llegó para cambiarnos y para cambiar nuestras circunstancias. En la medida que yo cambio, todo lo que entra por mis sentidos cambiará, pues el receptor es un nuevo ser humano.
Tenemos que formular nuevos objetivos, estrategias y acciones específicas. Pero más importante aún, tenemos que cambiar la forma en que enfrentamos este nuevo orden de las cosas.
Hay que cambiar nuestra mentalidad, hay que impartirle calidad a los pensamientos que producimos. Tenemos que fortalecer nuestras estructuras mentales, ejercitar la mente con pensamientos positivos y enfocarla hacia nuestros objetivos.
Todo cambiará, nada será lo mismo. Pero cambiaremos para mejorar, para evolucionar, para desarrollarnos en el plano mental, en el espiritual y en el plano físico.
Seremos más fuertes, tendremos paz y nos llenaremos de amor.
Toda adversidad tiene un propósito, encuéntralo. Toda adversidad te revela lo que es importante en la vida, ubícalo en tu corazón. Toda adversidad tiene una enseñanza, el Amor.
Somos dignos hijos del Dios de la Compasión y de la Piedad, del Dios de la Misericordia.