Eres un renacido…ni sufras, ni te martirices.
Una vez llegamos a nuestra sala de quimioterapias y luego de las expresiones de afecto y cariño, los que estamos empleados nos ponemos a trabajar. Cada uno en su sillón de recibir la quimioterapia comienza a montar su propia “oficina”. Es parte de nuestra terapia y de nuestra cotidianidad.
Y hablamos del trabajo y del tratamiento, hablamos de la enfermedad y de cómo va respondiendo a la quimio, al ataque. Y hablamos de lo qué esperamos, de cómo queremos que sean las cosas, de cómo queremos que sean los resultados y de cómo esperamos que sea el tratamiento.
Quiero contarles una anécdota de esas conversaciones. Las citas iniciales con nuestro oncólogo son de reconocimiento y diagnóstico, esto es, precisar cuál es el tipo de cáncer. Y para ésto tienes que hacerte una serie de estudios y laboratorios. Los mismos que luego tienes que repetir para saber cómo va trabajando y progresando el tratamiento.
Roberto, mi amigo y compañero de quimioterapias, y yo recibimos los resultados de los primeros estudios. Y llenos de curiosidad y ansiedad comenzamos a escudriñar dentro de los sobres, con la limitación de no entender los términos y el vocabulario científico que en estos estudios se utiliza. Y les dimos nuestras propias interpretaciones y definiciones, y terminamos hechos un manojo de nervios y dos almas en pena. Moraleja: no te pongas a leer lo que no conoces, para que no te causes sufrimientos innecesarios, espera por el médico.
Volviendo a nuestro proceso, debo señalar, que trivializamos nuestra condición, no para restarle importancia, sino, para intimar con ella, para no negarla y para no esconderla. Para mirarla a los ojos, de frente y conocerla. Para aceptarla como parte nuestra, no lejos, ni distante, sino aquí y ahora. Para no temerle, para que no sea una desconocida cargada de incertidumbre. Para gritarle claro que nos ha hecho fuertes, que nos ha permitido descubrir un tesoro de virtudes y capacidades, y que nos ha alumbrado el camino de los encuentros.
Experimentarás dolor y angustia, pero tienes que trabajar para superarlo. Necesitas de tu esfuerzo, de tu compromiso y de tu empeño. Dios está contigo y te apoya, ten fe y confianza. Te regaló la ciencia y la tecnología para tu beneficio. Él no quiere que sufras, ni te martirices, ni que cargues coronas de espinas, ni cruces pesadas. Él lo hizo por ti para que vivas en libertad y libre para amar a tu prójimo. Te dio la vida para que la disfrutes, para que tengas abundancia y felicidad. ¡Respeta la vida y la creación!
Eres un renacido, sí, renaciste cuando comenzaste este proceso de vivir con cáncer. Comenzaste un recorrido interior, encontrando y descubriendo los dones y virtudes que Dios te ha regalado. Descubriste tus capacidades para superar la adversidad. Y se encendió una gran antorcha que iluminó tu centro, para que no existan tinieblas, ni sombras. Y en ese centro habita el Dios de la Vida.
¡Estás bien, puedes luchar!
Esta sala de infusiones es un mundo surrealista, el escenario donde danzan nuestras emociones.