El 10 de enero se le acaba el tiempo a Maduro
A partir del 10 de enero de 2019, Nicolás Maduro dejará de ser el presidente legítimo de Venezuela. Varios estados de la región esperan esta fecha para trazar la ruta a seguir si el dictador venezolano no abandona el cargo. Los opositores venezolanos se reorganizan y hacen nuevas alianzas para responder efectivamente. La Asamblea Nacional reconfigura su directiva y elige a un nuevo presidente del cuerpo legislativo: Juan Guaidó.
Le toca a los mismos venezolanos y a sus entes legítimos tomar la iniciativa de pedir que Maduro se retire del cargo y establecer el proceso para una nueva elección. Los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA), del Grupo de Lima, de la Unión Europea y de otros organismos internacionales, observan con detenimiento. Colombia, Brasil y Guyana bordean a Venezuela, y poseen un liderato que no simpatiza con el régimen madurista.
Iván Duque, Jair Bolsonaro y David Granger son los presidentes de los estados que comparten fronteras con Venezuela; cada uno tiene razones válidas para atender el problema regional que representa el régimen castro-chavista liderado por Maduro. Dos de ellos, Bolsonaro y Granger, tienen experiencia en el mando militar.
Duque (Colombia) enfrenta el problema de la inmigración masiva de venezolanos que huyen de la represión y de la miseria. Bolsonaro (Brasil) hizo campaña a favor de proteger las fronteras de Brasil y de combatir al socialismo del Siglo XXI. Granger (Guyana) defiende un territorio en disputa con Venezuela desde el 2015, el Esequibo, que representa dos tercios de su estado. Es un hecho, Maduro está aislado.
El papel que juega EEUU, con la presidencia de Donald Trump, es crucial. Es aliado de los estados vecinos y fuente de inspiración para atender asuntos migratorios, de seguridad nacional y de protección fronteriza. No es poca cosa que Bolsonaro sea considerado el Trump de Brasil.
Ya no existen las trabas que hubo con los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff. Fue en Brasil que nació el Foro de Sao Paulo que dio vida al socialismo del Siglo XXI. Con Bolsonaro, se le dará muerte.
La mayoría de los estados del mundo no reconocen la pasada elección presidencial en la que Maduro se auto reeligió. No permitió que los partidos opositores participaran de la contienda. Inhabilitó a todos los líderes opositores con la excepción de quienes fueron chavistas y no representaban una amenaza real. Estas elecciones fraudulentas se realizaron de forma adelantada el 20 de mayo de 2018. Se supone fueran en diciembre.
En este panorama de falta de legitimidad, Maduro busca apoyo de los estados autoritarios que tienen intereses en Venezuela, como China, Irán, Rusia, Turquía y Cuba. Tal vez logre detener cualquier resolución presentada en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), porque China y Rusia tienen poder de veto. Sin embargo, está rodeado de estados perjudicados por la inmigración masiva y preocupados por la presencia de organizaciones terroristas islámicas, como Hezbolá, por organizaciones de narco guerrilleros, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), por la presencia iraní, por las alianzas con Rusia y China que posibilitan establecer bases militares en Venezuela, entre otros problemas.
El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, estuvo de gira por Iberoamérica. Se reunió con el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Ernesto Araújo, y con el presidente colombiano, Duque. Araújo es simpatizante de Trump y fue nombrado por Bolsonaro para atender problemas de seguridad nacional. No hay duda de que Brasil y EEUU colaborarán en asuntos regionales.
Maduro sabe que no tiene apoyo significativo nacional ni internacional y es consciente de que el mandato que comienza el 10 de enero es ilegítimo. Se cura en salud con declaraciones sobre una intervención militar dirigida por EEUU, Brasil y Colombia. Recurre a la victimización. Sin embargo, las verdaderas víctimas de la dictadura, la población general de Venezuela y los diputados, tendrán la última palabra. Serán ellos los que exijan la salida de Maduro y quienes soliciten ayuda de ser necesario.
Hay que dar seguimiento a las fuerzas armadas venezolanas. Todavía no hay certeza de cómo responderán ante el llamado a la vuelta al orden constitucional.
Trump y Bolsonaro no son líderes políticamente correctos ni ambiguos. A Maduro no se le hará fácil maniobrar para permanecer en el poder a base de demagogia, de negociaciones engañosas y de alianzas con enemigos de EEUU. No es lo mismo llamar al Diablo que verlo venir.
Rusia coqueteó con la idea de establecer una base aérea en la isla de La Orchila. Esto está prohibido por la Constitución de Venezuela, pero a un régimen dictatorial poco le importan las reglas. Por esta razón, la administración Trump le da prioridad al caso de Venezuela. Retira las tropas americanas apostadas en Siria y reenfoca la mirada a los problemas reales de seguridad nacional: la protección fronteriza y la presencia rusa, china e iraní en Venezuela.
El jueves 10 de enero caduca la legitimidad de Maduro y comienza la vigilancia de toda acción que comprometa la seguridad de EEUU. Maduro debe cuidar cada movida que hace. En Casa Blanca, no hay un blandengue, y en Brasil, tampoco.