El mensaje de Trump al G-7: “EEUU primero”
Donald Trump, presidente de Estados Unidos (EEUU), es consistente con su mensaje sobre poner a su nación primero. Así lo dejó saber en su primer mensaje ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) y en su primer discurso público en Europa (en Varsovia, Polonia). No fue diferente en la reunión del Grupo de los siete (G-7) en Quebec, Canadá. Los siete países con poder económico, político y militar que se reunieron son: EEUU, Reino Unido, Alemania, Japón, Francia, Italia y Canadá.
El asunto principal para negociar fue el establecer una política justa y recíproca en los intercambios comerciales. Trump propuso desde que estaba en campaña primarista que renegociaría tratados y acuerdos de libre comercio que no son tan libres ni convenientes para EEUU. Uno de estos tratados es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés).
Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, se mostró dispuesto a negociar con Trump durante la reunión del G-7. Sin embargo, tenía una agenda oculta y de interés doméstico que no comunicó directamente y con claridad. Una vez culminó el encuentro del G-7 hizo expresiones públicas, ante la prensa canadiense, en las que dio a entender que no cedería en reducir los aranceles a los productos agrícolas que se importan de EEUU. Trudeau decidió hablarle a las gradas canadienses y mantener el apoyo de los agricultores de su país.
Para Trump no es un problema que Canadá defienda sus intereses, pues ha dicho en varios discursos, incluso en el que pronunció ante la ONU, que cada país debe buscar lo que le sea conveniente. Sin embargo, interpreta la acción de Trudeau como deshonesta. Así como Canadá puede negarse a reducir los aranceles a los productos agrícolas de EEUU, Trump puede hacer lo mismo con los productos canadienses. Se trata de ser justos y de que haya reciprocidad. De lo contrario, no hay libre mercado, sino ventajismo.
En el arte de cómo negociar, Trump es un experto. Administró a corporaciones privadas de bienes raíces por décadas e interactuó con líderes mundiales y figuras con poder político y económico. Sabe que no debe ceder ante un negocio inconveniente. Está dispuesto a retirarse de la mesa de negociación en cualquier momento. Así lo hizo con Corea del Norte cuando líderes del régimen hicieron expresiones contra el vicepresidente de EEUU, Mike Pence. Luego retomaron la fecha del encuentro del 12 de junio en Singapur. Es lo mismo que hace ahora con Canadá. Le comunica a Trudeau que no tolerará contradicciones ni dobles discursos.
Cuando se trata de negociar, no hay aliados ni enemigos. El hecho de que los países miembros del G-7 sean aliados en asuntos militares no obliga a ceder ante cualquier propuesta injusta en asuntos económicos. EEUU es el estado que más aporta a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y a otros organismos internacionales, como la ONU. La defensa de Europa depende en gran medida de EEUU. No hay duda de que aporta significativamente a la protección de sus aliados. La renuencia de Trump a aceptar acuerdos inconvenientes en materia económica no perjudica las alianzas en materia de seguridad. A diferencia de lo que interpretan algunos medios de prensa y analistas, Trump no rompe relaciones con sus aliados; pero, no se deja chantajear ni cae en los juegos políticos de sus homólogos.
El expresidente de EEUU, Barack Obama, negociaba sin precondiciones y sobrevaloraba su imagen internacional. Prefería caer bien, aunque sacrificara el interés nacional. Logró un premio Nobel de la Paz y otros reconocimientos, pero en perjuicio de los trabajadores americanos. En el caso de Trump, negocia con objetivos claros, viables, dispuesto a retirarse, a renegociar y a caer mal. El juego demagógico al que suelen someterse los políticos no va con Trump.
La acusación sobre que Trump es proteccionista, aislacionista y contra el libre mercado no considera que los jefes de Estado de otros países imponen aranceles a los productos de EEUU y no operan con un mercado libre. Sin reciprocidad, no hay libre mercado.
Los reporteros, analistas, comentaristas, periodistas y otros comunicadores inexpertos en materia de negociación acusan a Trump de afectar las relaciones con los aliados. Sobrevaloran las emociones y el caer bien. No entienden que en este proceso no debe haber sentimientos de culpa, vergüenza, intimidación, presión de grupo, miedo al fracaso, cohibición ni ningún otro dispositivo psicológico que sirva para autoreprimirse.
Se sabe que Trump es directo, sin pelos en la lengua y que es recíproco en las relaciones humanas. Si lo tratan con respeto, es amable. Si lo atacan, responde. No hay paños tibios.
Lo que ocurrió en la reunión del G-7 refuerza el mensaje a Kim Jong-un, al régimen de Irán y a otros, sobre cómo es que negocia. No hay desesperación. Hay tiempo para llegar a acuerdos. Los objetivos deben cumplirse.