Kanye West y Candace Owens son los protagonistas de la controversia reciente sobre el derecho de todo individuo a la expresión libre y a la libertad de conciencia. El color de piel de una persona no determina sus ideas, es una forma de resumir la postura de ambos. Reciben ataques por apoyar al presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump, y a los republicanos.
Los progresistas y demócratas que los atacan recurren al identity politics y parten del mito sobre que los negros no deben ser republicanos, porque supuestamente es el partido de los racistas. Muchos ignoran que el Partido Demócrata defendió la esclavitud, la segregación racial y al Ku Klux Klan (KKK).
Abraham Lincoln fue el primer presidente republicano en la historia de EEUU. Es conocido como el presidente que abolió la esclavitud. Desde sus inicios, el Partido Republicano ha defendido la libertad individual y ha combatido la segregación racial. El individuo y no el colectivo es la unidad básica social que defiende el Partido.
Kanye es demonizado por romper con la tradición de Hollywood, del mundo musical y del espectáculo de reproducir discursos colectivistas que amarran a los individuos a ciertas ideas de acuerdo a su raza, sexo, origen nacional, entre otras cualidades. Ponerse una gorra con el eslogan Make America Great Again fue suficiente para que lo demonizaran y censuraran en espacios radiales y en otros medios. Hay un control cultural del pensamiento y de la distribución de las ideas.
Owens fue censurada por la red social Twitter, porque sus ideas pro Trump y a favor de los republicanos y conservadores se consideran un discurso de odio. Esta clasificación de “odiosos” se usa para dificultar que los negros puedan cambiar de postura y adoptar ideas distintas que se alejen del progresismo, del Partido Demócrata y del ala liberal social.
A las comunicadoras independientes Diamond and Silk también las han censurado y han desmonetizado sus videos en Youtube y en Facebook, por defender a Trump y a los conservadores. Se convirtieron en las chicas símbolo de la lucha contra la censura en las redes sociales. Expusieron sus críticas a Facebook ante el Congreso y en diversos medios conservadores de EEUU. También, aseveran que su color de piel no las obliga a ser demócratas. Son libres de escoger a quién apoyar y por cuál partido votar.
Hay más ejemplos de personas negras degradadas en los medios, por ser negros conservadores, republicanos y apoyar a Trump. Ben Carson, el actual secretario del Departamento de Vivienda federal, fue tildado de “blanquito” o de negro que aparenta ser de raza blanca. Lo irónico es que es un reformista del sistema de planificación urbana, de vivienda pública y de la cultura del ghetto en la que han mantenido segregados por décadas a los negros. Carson y Trump quieren acabar con la cultura de la dependencia y de la pobreza.
A Trump no le reconocen el éxito económico de que el desempleo entre la población negra esté en el punto más bajo en la historia del Departamento del Trabajo federal. No es sorpresa que ganara las elecciones presidenciales en estados reconocidos por su población negra de blue-collar workers (trabajadores de manufactura y minería). La política de Trump de defender el mercado laboral americano de las amenazas de otros países que no son justos en el intercambio comercial, beneficia a estos trabajadores.
Entre las personas demonizadas por su color de piel e ideas hay un adolescente que es seguidor de Trump: CJ Pearson. Constantemente, lo degradan por defender la política pública del Presidente. Los demócratas no se dan cuenta de que cada vez que lo atacan, lo hacen más fuerte y le dan más reconocimiento.
Así es que Trump y sus seguidores logran aumentar su éxito y popularidad. Aprovechan el racismo de los “anti racistas”, sus prejuicios, sus mitos y su inmadurez para contrarrestarlos y catapultar las ideas conservadoras y republicanas.
Este servidor, quien escribe este blog, también recibe ataques racistas de quienes se hacen llamar anti racistas. Me han dicho que es una vergüenza que un negro puertorriqueño defienda a Trump, que soy un “blanquito” wannabe, que es contradictorio ser “latino” y republicano, además de insultos, falacias y comentarios prejuiciados.
Poco a poco, en EEUU, y en Puerto Rico no es la excepción, se dan cuenta de que exigir a los negros y a los hispanos adoptar ciertas ideas, solo por su color de piel, origen nacional o étnico, es racismo. Es necesario combatir lo que queda de racismo solapado y de derrotar la táctica del Partido Demócrata de humillar a todo individuo que no apoye su marco ideológico. Lo mismo que le hacen a los negros e hispanos, se lo hacen a las mujeres, a los gays y a otros individuos con cualidades que suelen ser explotadas en el altar de la política de identidad.
Hay que dejar saber de una buena vez que los individuos no son propiedad de colectivos, que tienen libertad para afiliarse y desafiliarse de cualquier organización, y que EEUU es una república que defiende la libertad individual.