Trump se apunta otro logro en política exterior
Quienes esperaban que el presidente de EEUU, Donald Trump, provocara guerras, ataques nucleares y conflictos armados fallaron en su predicción. Se alejaron por mucho de la realidad. La administración Trump tiene una política exterior que da prioridad a la negociación.
El caso más reciente es el de Emiratos Árabes Unidos e Israel. A Trump se le atribuye el logro de acercar a ambos estados. Es el tercer país árabe, después de Egipto y de Jordania, que estrecha relaciones con Israel.
Este acercamiento es significativo, porque viabiliza el reconocimiento del derecho de Israel a existir en Oriente Medio. Sus vecinos comienzan a reconocer este hecho. Eso debilita a estados beligerantes como Irán y a organizaciones terroristas islámicas como Hezbolá y Hamas.
Israel decidió frenar la anexión de territorios palestinos. La mediación de la administración Trump fue vital. Este es el área de peritaje de Trump, las negociaciones. Con este logro culminan las tensiones entre dos países que llevan casi cinco décadas distanciados.
Por esto, es importante que EEUU mantenga una economía y diplomacia sólida, pues es un mediador efectivo. El liderazgo mundial no es poca cosa. No conviene ceder el campo que otro estado podría ocupar. Los vacíos de poder siempre son llenados.
La movida no solo acerca a los estados árabes a Israel, el único estado judío y predominantemente hebreo del mundo, también cimenta la relación de EEUU con estos países de Oriente Medio. Poco a poco se construye una relación con países árabes que le cierran el cerco al terrorismo islámico y a Irán.
Trump suma otros logros en Oriente Medio, como la alianza para destruir al Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). También, autorizó el operativo para matar en territorio iraquí al general iraní Qasem Soleimani. Era la segunda persona más poderosa en la teocracia iraní después del líder supremo Alí Jamenei. Soleimani era un terrorista que viajaba con frecuencia a Líbano, Siria e Irak para organizar a grupos terroristas islámicos como Hezbolá y a milicianos chiíes iraquíes. Representaba al expansionismo islámico iraní de denominación chiita.
Esto implica que Trump combatió a los extremistas islámicos suníes (ISIS) y chiitas. Quienes se indignaron falsamente por la muerte de Soleimani, arguyeron que era uno de los “líderes” que combatió a ISIS. Sin embargo, omitieron que lo hizo porque su agenda para propagar el Islam chiita requería de acabar con el expansionismo del Islam suní promovido por ISIS.
Otro logro de Trump en el continente asiático y en el mundo islámico fue el cese al fuego acordado con el Talibán en Afganistán. De este modo, prepara a EEUU para una retirada definitiva. Es el conflicto armado que más tiempo ha tomado a la Nación. Afganistán e Irak son los dos ejemplos que utiliza Trump de guerras indefinidas, en las que mueren muchos militares americanos, se gasta mucho dinero y no se tiene un plan de retirada claro. Por esto, no favorece derrocar a tiranos como el presidente de Siria, Bashar al-Ásad. Sabe que una vez comienza una guerra es difícil acabarla y es más lo que se pierde.
No es que Trump esté de acuerdo con los regímenes autoritarios, pero sabe las consecuencias de una guerra, y que la vía de la presión política y económica viabiliza las negociaciones. Eso no le impide aprovechar oportunidades como la de matar a Soleimani, sin comenzar una guerra con Irán.
La habilidad de Trump para negociar y armonizar no tendrá crédito en los medios de prensa tradicionales. Por el contrario, dirán que su estilo retórico es beligerante y que conduce a conflictos. Lo repiten, pero no lo pueden sostener con hechos. La realidad es que Trump no ha iniciado ninguna guerra; ha sido uno de los presidentes más armoniosos en la práctica. Demuestra que mostrar fuerza militar no equivale a abusar ni a provocar conflictos, pues sirve para disuadir, contener y negociar.