Hay detractores del presidente de EEUU, Donald Trump, que escogen la salud sobre la economía, como si fueran mutuamente excluyentes. Operan con una falsa dicotomía. No consideran que el éxito económico hace viable atender cualquier emergencia sanitaria de forma eficiente.
Antes de que el coronavirus (Covid-19) afectara a EEUU, la economía era boyante. Todos los países perjudicados por la pandemia deterioran económicamente, pero EEUU tiene una capacidad de recuperación mayor. Por tener una economía con un crecimiento económico constante y significativo, pudo enfrentar la emergencia con más recursos disponibles.
Las decisiones del presidente Trump durante los primeros tres años del cuatrienio asistieron al crecimiento económico. La firma de una reforma contributiva federal, que redujo los impuestos de forma estratégica para promover la inversión, el desarrollo económico y la creación de empleos, es un ejemplo. También, la renegociación de acuerdos comerciales con México y Canadá, y la negociación con China. Además, el convertir a EEUU en un país independiente energéticamente, mediante el aumento de la producción de combustibles fósiles, como el petróleo. Estas decisiones prepararon a EEUU para enfrentar cualquier emergencia y estar mejor equipado que otros países.
No hay que escoger entre salud y economía. La tasa de mortalidad por coronavirus es más baja en la Nación probablemente por los recursos que posee. Hay más camas, ventiladores y otros equipos médicos por habitantes.
Otro aspecto que aventaja a EEUU es su capacidad productiva. Las corporaciones americanas pueden cambiar los objetivos de su producción para fabricar equipo médico necesario durante la emergencia. Por ejemplo, la compañía de ropa interior Hanes fabrica mascarillas, varias compañías automotrices producen ventiladores y otras empresas que producen bebidas alcohólicas abastecen al mercado con desinfectante para las manos.
Trump no tuvo que aplicar de inmediato el Defense Production Act de 1950, la ley aprobada durante la Guerra de Corea, para obligar a las industrias a fabricar productos necesarios durante la emergencia nacional. La norma es la colaboración y la disposición de los gerentes generales a reunirse con el presidente de EEUU. Hubo una excepción con la corporación General Motors (GM), pero también hubo acuerdos.
Las corporaciones se reinventan durante la emergencia y mantienen una producción de mercancías con una alta demanda. Producen el equipo necesario para enfrentar al coronavirus. También, innovan; este es el caso del sector farmacéutico y de investigación para producir vacunas y medicamentos.
Sin embargo, hay otros sectores económicos que están parcial o totalmente inoperantes, por los toques de queda y otras medidas estrictas que viabilizan el distanciamiento social. Es necesario atender a este sector de medianas y pequeñas empresas, hoteles, cruceros, aerolíneas y trabajadores de servicio. Por esto, Trump firmó el Coronavirus Aid, Relief, and Economic Security Act (Cares Act), una ley que asigna $2.2 billones para asistir a los ciudadanos desempleados, a las empresas que están fuera de operación y a otros sectores perjudicados por la falta de actividad económica. Trump dijo en una conferencia de prensa que es una forma de desincentivar el trabajo en un momento en el cual se invierte el orden de las cosas; se necesita que los ciudadanos se queden en casa.
Plantearse cuándo es el momento indicado para abrir la economía a los sectores inactivos durante la emergencia, como el turismo y el servicio, no es inmoral ni inhumano; tampoco es avaricia. Es una pregunta necesaria, porque el éxito económico es vital para el bienestar general de la Nación. La salud depende en gran medida de la disponibilidad de recursos.
Cuando el presidente Trump consideró abrir la economía a partir del 12 de abril de 2020 no fue algo escrito en piedra. Estuvo en un diálogo constante con los miembros del task force de Casa Blanca que atienden la emergencia del coronavirus. Hay flexibilidad y entendimiento sobre que es un proceso dinámico. Por esto, Trump cambió la fecha para el 30 de abril de 2020. Da un tiempo para evaluar las dos semanas en las que se espera el pico más alto de casos de infección por coronavirus.
Pensar en el bienestar económico de la Nación es una de las responsabilidades del Presidente. Como empresario del sector hotelero sabe el efecto perjudicial de un cierre prolongado. Lejos de atacarlo por ser un empresario exitoso y por un supuesto “conflicto de interés”, conviene reconocer que tiene la experiencia y entiende la preocupación de los empresarios y empleados de este sector.
La negligencia no es hablar sobre economía en tiempos de pandemia. Por el contrario, irresponsable es no hacerlo. La salud de los americanos a corto, mediano y largo plazo dependerá en gran medida de la capacidad que tenga la Nación para producir los recursos que necesitará.
EEUU es la economía más grande del mundo. Trump se aseguró de que creciera significativamente, al punto de romper récords de inversión y de reducción del desempleo. En momentos de crisis se muestran las ventajas que ofrece la economía americana. El optimismo de Trump sobre la capacidad de recuperación en materia económica y de salud no es ingenuo ni irrealista. Tampoco supone privilegiar la economía sobre la salud. Se trata de demostrar lo que promueve desde que comenzó su presidencia: EEUU puede ser grandioso una y otra vez. Hay que resaltar las fortalezas de la Nación y su capacidad para reconstruirse.