El 24 de mayo de 2018, el presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump, envió una carta al máximo líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, en la que cancela el encuentro entre los líderes de ambas naciones. La movida de Trump tomó a muchos por sorpresa, a pesar de que repetidas veces indicó que se retiraría de la mesa de negociación en cualquier momento que no se lograran los objetivos trazados. Cumplió su palabra y envió un mensaje claro sobre no tolerar amenazas ni retórica beligerante contra EEUU.
No se trata de negociar sin precondiciones ni con el fin de llegar a un acuerdo sí o sí. Ese era el estilo del expresidente de EEUU, Barack Obama. Trump no negocia bajo intimidación.
El régimen norcoreano tiene una historia de usar la extorsión y el chantaje para lograr acuerdos o evitar sanciones. En esta ocasión, no le salió la jugada. Amenazar a EEUU con la posibilidad de un ataque con armas nucleares si no se logra un acuerdo o atacar al vicepresidente de EEUU, Mike Pence, no es algo que Trump esté dispuesto a tolerar.
Trump le comunica tácitamente a Kim que no está desesperado ni presionado para negociar. Quien solicitó la negociación fue Norcorea. Debido a las sanciones económicas, respaldadas por su aliado principal (China), tuvo que ceder. La debilidad financiera, económica y militar de Corea del Norte no le permite continuar con sus tácticas acostumbradas.
La decisión de Trump se debe entender como parte del proceso de negociación. No tolerará beligerancia ni siquiera en la retórica. Demuestra que está dispuesto a retirarse de la mesa de negociación en cualquier momento.
Norcorea apaciguó su retórica y dejó la puerta abierta para reunirse con Trump. Por esto, es probable que se mantenga la fecha del encuentro, el 12 de junio de 2018, y el lugar, Singapur. El tono de la reunión quedó establecido de antemano. La respuesta de Trump es que considera probable retomar los planes del encuentro sin cambios mayores.
Cuando se anunció la cancelación del encuentro, hubo críticas contra Trump. Dijeron que fue engañado por Kim, que no logró nada y que su inexperiencia combinada con los asesores promotores de la guerra prueban que no está apto en materia de política exterior. Sin embargo, omitieron que logró que Kim liberara a tres rehenes americanos, desmantelara un área de prueba para lanzamiento de misiles nucleares e iniciara conversaciones de paz con Corea del Sur. No tuvo que retirar las sanciones ni conceder nada. Por el contrario a lo que afirman los críticos, Trump quedó bien parado y no mostró debilidad.
El mensaje de Trump no solo va dirigido a Corea del Norte; también, llega de forma indirecta a Irán. Además de negociar la desnuclearización, persigue acabar con la agenda antiamericana, como la de financiar a organizaciones terroristas islámicas o realizar amenazas de atacar a jurisdicciones americanas. Queda claro que Norcorea e Irán están en el ojo de EEUU por su constante beligerancia y no solo por su programa de desarrollo de armas nucleares.
Es buen indicio que Kim no respondiera con ataques y que recalcara su interés en negociar la desnuclearización. El error de los críticos de Trump, además del odio que le tienen, es no entender el arte de la negociación que utiliza como guía. Deberían leer su libro Trump: The Art of the Deal y evaluar sus logros. El cómo se negocia es tan importante como el resultado.
Cada vez que Trump contraataca, cada vez que responde a la retórica beligerante de Kim, como hizo con la cancelación del encuentro en Singapur, sus críticos concluyen que está loco, que es inexperto, que provocará una guerra y que generará mayor desestabilización. Constantemente, los hace tragarse sus palabras. Analizar con odio y obsesionados con diferir por diferir, no ayuda al entendimiento.