Les guste o no, hay embajada en Jerusalén
El 14 de mayo de 2018 fue un día especial en Israel. Se conmemoró los 70 años de la Declaración de Independencia y la inauguración de la embajada de Estados Unidos (EEUU) en Jerusalén. Las protestas en el mundo islámico no detuvieron la celebración. Los antisemitas y antisionistas recordarán este día como uno doloroso, pero para quienes atesoran al estado con mayores libertades individuales en Oriente Medio, es una fecha significativa.
Mientras unos llaman a la guerra santa, otros invocan a la paz y la armonía. Mover la embajada de América de Tel Aviv a Jerusalén no es una provocación ni un acto violento; es lo opuesto, se trata de reconocer el hecho histórico y jurídico de que Jerusalén es la capital de Israel. También, es una afirmación de que el estado judío tiene derecho a su existencia y de que la coacción y el terrorismo no se impondrán.
La promesa que hizo el presidente de EEUU, Donald Trump, en la conferencia anual (2016) sobre política pública que realiza el Comité de Asuntos Públicos EEUU-Israel (AIPAC, por sus siglas en inglés) se cumplió. Trump se caracteriza por cumplir su palabra. Esto genera confianza y le da credibilidad ante sus aliados.
Las relaciones de EEUU e Israel se fortalecen en un momento en que se avecina una reforma en Oriente Medio con el liderazgo del príncipe heredero al trono de Arabia Saudí, Mohámed bin Salmán, y el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu.
En el mundo islámico e interárabe hay conflictos armados, tensiones frecuentes y distintos estados y organizaciones que quieren asumir el liderazgo regional. Los islamistas quieren imponer su religión y unificar a todos los musulmanes bajo una teocracia. Compiten entre ellos, lo que da espacio para contrarrestarlos.
Trump deja claro que mantendrá su apoyo a Israel y que hará una alianza estratégica con los saudíes para restarle peso a Irán. Queda por evaluar cómo mantener a Turquía de aliado y evitar que se radicalice. Es un miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que compite por la hegemonía en el mundo islámico. No es casualidad que en Turquía ocurriera una de las protestas más concurridas contra la apertura de la embajada de EEUU en Jerusalén.
La volatilidad de Oriente Medio y Noráfrica requiere de unos competidores que promuevan la armonía y la apertura a Occidente. Israel es crucial, por ser el único estado que armoniza a los diferentes cultos religiosos. Es una ironía que los islamistas promuevan el odio y la destrucción de Israel, mientras este estado fomenta la convivencia entre etnias y grupos religiosos. La paradoja es inevitable, pues no es negociable la desaparición de Israel como estado, no es su culpa que su existencia moleste a los islamistas, pero es su responsabilidad y es necesario que contribuya a la armonía regional.
Israel es el único estado judío del mundo, ocupa un territorio pequeño, pero de alto valor simbólico para las distintas religiones abrahámicas. Jerusalén es considerada una ciudad sagrada. Israel es consciente de este hecho, por eso permite el acceso y la libertad de culto. No es intransigente.
Lamentablemente, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) es dominada por el cabildeo de los estados predominantemente islámicos y árabes. Condenó mediante resolución el establecimiento de la embajada de EEUU en Jerusalén. Esta es una de las razones por las que Trump no cede la soberanía de EEUU ante organismos supranacionales.
El derecho a existir del estado de Israel y a que Jerusalén sea su capital y la sede de las embajadas de otros estados no debe estar sujeto a los caprichos político ideológicos de los islamistas. Es contraproducente y contradictorio que la ONU se preste para aprobar resoluciones caprichosas y negacionistas.
Si algo debe quedar claro de una buena vez, aunque sea obvio, es que Israel se defenderá de todo tipo de ataques y amenazas a su existencia, que su derecho a existir no es negociable en ningún foro, y que les guste o no, tendrán que adaptarse a esta realidad. Es de esperar que los odiosos no lo hagan.
No sorprende el intento por parte de la organización terrorista islámica que opera en Gaza (Palestina), Hamás, de realizar una masacre de israelíes el 14 de mayo. Convocó a miles de palestinos para manifestarse en la frontera y los usó como escudos humanos. Intentó cruzar a la fuerza y provocar una estampida que diera espacio para matar a ciudadados de Israel en sus comunidades. Murieron decenas de palestinos, pero no lograron su objetivo. Los islamistas suelen usar la táctica de usar a civiles como escudos humanos.
Como era de esperar, los medios de prensa antiIsrael demonizaron a las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, por sus siglas en inglés) y abusaron de la hipérbole, con las típicas acusaciones de violaciones a derechos humanos y genocidio. Omitieron la movida de Hamás y el derecho de Israel a defender sus fronteras y su población. Mientras no reconozcan el derecho de Israel a existir, tenderán a ver sus acciones defensivas como ofensivas.
Israel no tiene que ceder ante lo absurdo e irracional del antisemitismo y del antisionismo. El mundo islámico es el que debe reformarse y aprender a coexistir con el resto del mundo al que consideran infiel.
Trump no erra en identificar aliados árabes y laicos para lograr este objetivo. Mientras tanto, la nueva embajada es misión cumplida y un paso necesario. Lo prometieron presidentes demócratas y republicanos que le precedieron; podemos afirmar que solo hizo valer lo que ya estaba acordado.