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El acuerdo nuclear con Irán fracasó

No se le debe achacar al presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump, el fracaso del acuerdo nuclear con Irán o Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés). Nunca estuvo de acuerdo; lo hizo saber en el 2015, cuando se discutía públicamente. Tampoco estuvieron de acuerdo los congresistas republicanos ni hubo una aprobación o desaprobación por parte del Senado federal.

El acuerdo no es un tratado ni tiene un carácter legal que obligue a Trump a sostenerlo. Obama no tenía los votos en el Senado federal para aprobar un tratado y los republicanos no tenían los sesenta votos necesarios para bloquear el acuerdo. Lo que sí lograron fue aprobar el Acta de Revisión del Acuerdo Nuclear de Irán de 2015 (INARA, por sus siglas en inglés) que obtuvo la firma del presidente de EEUU, Barack Obama. De esta forma, Obama tendría que revisar cada tres meses (90 días) que en efecto Irán cumple con el acuerdo.

Trump está en su derecho de sacar a EEUU del acuerdo nuclear y de cumplir su promesa de campaña. Se caracteriza por renegociar acuerdos que no benefician a la Nación. Es consistente en su objetivo de asegurar que toda negociación sea efectiva e implique ganancias.

Por el contrario, Obama se caracterizó por negociar sin precondiciones y dar más de lo que recibe. Este principio guió su toma de decisiones.

Este no es el caso con Trump, pues se guía por el principio de poner los intereses de EEUU primero y negocia desde una posición de demostración de fuerza.

Oponerse al acuerdo nuclear y retirar a EEUU no es una movida político partidista ni caprichosa que se reduzca a cumplir con una promesa sí o sí. Hubo discusión y espacio para el debate. Trump esperó hasta la semana límite para ofrecer una respuesta definitiva, dio espacio para que lo asesoraran y persuadieran, y luego tomó la decisión de retirar a EEUU del acuerdo nuclear con Irán. El 12 de mayo era la fecha límite para decidir si se daba otra dispensa para que no apliquen las sanciones económicas contra Irán.

Lo que funcionó para llevar a Corea del Norte a la mesa de diálogo y negociación fue demostrar fuerza, mantener sanciones económicas estrictas y demostrar que se está dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias. Eso es lo que persigue Trump con Irán.

Criticó lo flexible que fue Obama al levantar las sanciones sin exigir que el régimen iraní dejara de financiar a organizaciones terroristas islámicas y reconociera la existencia del estado de Israel o, al menos, dejara de realizar ataques mediante su proxy en Líbano (Hezbolá) y en Palestina (Hamas). En tiempos de Obama, Irán disparó contra embarcaciones navales de EEUU, secuestró a varios marinos y recibió millones de dólares en lo que pareció un pago para que los liberaran. Las expresiones beligerantes en contra de América del líder supremo de la teocracia iraní, Alí Jameneí, no pararon luego del acuerdo nuclear.

El hecho de que Irán establezca bases militares en Siria, desde las cuales atacar a Israel, y continúe con su programa balístico capaz de desarrollar misiles con cabeza nuclear, es prueba de que su actitud es beligerante y que no renuncia a su programa de producción de armas nucleares ni de destrucción de Israel. Irán sacó provecho de la retirada de las sanciones para asignar billones de dólares a su programa balístico y a la financiación del terrorismo.

Por esto, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ofreció una conferencia en la que expuso evidencia sobre la continuación del programa de producción de armas nucleares de Irán. Para Israel, quien no es uno de los estados que participa del acuerdo nuclear, pero sí el más perjudicado, es de vida o muerte impedir que Irán obtenga armas nucleares. Debido a que Siria y Líbano comparten fronteras con Israel, es necesario contrarrestar el avance iraní en estos estados.

Prueba de que Israel tiene razón en evitar la presencia iraní en los estados con los que comparte fronteras, es que el 9 de mayo de 2018, al día siguiente de Trump retirar a EEUU del acuerdo nuclear, fuerzas iraníes (los Quds) lanzaron veinte misiles contra el territorio israelí de los Altos del Golán. Evitar el desarrollo de armas nucleares en la región es prioridad para la seguridad nacional de Israel.

Arabia Saudí coincide con Israel en evitar que Irán financie organizaciones terroristas, se establezca en Siria y en otros estados árabes y desarrolle armas nucleares. El príncipe heredero al trono, Mohámed bin Salmán, es aliado de Israel y de EEUU para contrarrestar al estado persa. A los saudíes no les conviene que Irán continúe con su agenda geopolítica e ideológica de dominio del mundo musulmán.

Para evitar una carrera armamentista, conviene renegociar el acuerdo nuclear. El actual acuerdo lo que hizo fue postergar y ganar tiempo. Se le debe dar crédito a Obama por esto, sin dejar de hacer las críticas necesarias. Pudo lograr un mejor acuerdo, pues Irán estaba contra la espada y la pared. Las sanciones económicas lograron doblarle las rodillas, pero Obama le dio oxígeno. Sin embargo, el acuerdo no impedía una eventual revisión. De hecho, periódicamente se evalúa si se otorga o no una exención para no aplicar sanciones.

La movida de Trump goza del apoyo de sus aliados en Oriente Medio, Arabia Saudí e Israel. Hay oposición del exsecretario de Estado, John Kerry, y del expresidente, Obama, porque lo ven como una afrenta contra uno de sus proyectos.

El argumento principal contra la decisión de Trump es que el Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés) no reportó incumplimiento del acuerdo por parte de Irán. Trump responde con el argumento de que el acuerdo no detiene el programa balístico iraní, le gana tiempo y posibilita continuar con su agenda beligerante.

El presidente de EEUU no es partidario de dejar que organismos internacionales dicten la política pública y exterior. Así lo dejó saber ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU). La mesa de negociación está servida.

 

 

 

 

 

 

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