El islamismo debe reformarse
Durante la presidencia de Barack Obama no era aceptado mencionar el concepto islamismo radical. Se estableció una política discursiva cargada de eufemismos (“political correctness”). Cualquiera que osara nombrar al islamismo radical era tildado de islamófobo. El actual presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump, recibió ataques por expresar abiertamente su objetivo de combatir al islamismo radical. Para Obama, el Islam es una religión de paz y el llamado islamismo radical no tiene nada de islámico.
Con la administración de Trump inicia una campaña para erradicar al islamismo radical y combatir a organizaciones terroristas islámicas como el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). La intervención militar en Siria y el despliegue de fuerzas especiales de EEUU persigue destruir la capacidad militar del Estado Islámico e impedir su reorganización.
Derrocar al presidente sirio, Bashar al-Ásad, no es un objetivo de Trump. Por esto, EEUU colabora con Rusia y disuade a Turquía para que no ataque a los kurdos y se enfoque en el Estado Islámico. Definir al islamismo radical como el objetivo militar principal permite hacer alianzas, estabiliza la región, evita conflictos mayores y guerras, asiste a controlar la crisis de refugiados y atiende el problema del islamismo radical.
Si es cierto que el Islam es una religión de paz y que los islamistas son los radicales que hacen de la religión una ideología política con un brazo militar, entonces reformar al islamismo debe ser un objetivo. Los musulmanes “moderados” y los defensores de un Islam que coexiste con otras idiosincrasias, deben promover una lectura de sus escrituras sagradas que no fomente la violencia ni la intolerancia. Es necesario que denuncien al yihadismo o la “guerra santa”. La interpretación espiritual de la yihad y la práctica religiosa del Islam debe predominar y aplacar al islamismo radical.
Trump considera que no se puede combatir lo que no se nombra y que hay que dejar de omitir y de recurrir a eufemismos. Sí existe un islam político, el islamismo radical, el yihadismo, el terrorismo islámico y la ideología islamista. Negar esta realidad no hace que desaparezca.
Los ataques terroristas islámicos que ocurren en Europa, América, África, Asia y Oceanía perjudican a personas de todas las corrientes religiosas, incluso a otros musulmanes de distintas denominaciones. El terrorismo es una táctica de propaganda y de intimidación que no respeta fronteras ni ideologías. Organizaciones terroristas islámicas como el Estado Islámico, al Qaeda, Boko Haram, Hamás, Hezbolá, entre otras atacan a otros musulmanes y compiten por la hegemonía o dominio global. No son movimientos armados de liberación nacional (independentistas o soberanistas). Su objetivo no es combatir el imperialismo, sino lo contrario, imponer su ideología político-religiosa.
Los musulmanes moderados o los que se atreven a reformar al islamismo son amenazados, coaccionados, perseguidos y asesinados. Incluso, escritores, cineastas, caricaturistas, políticos, entre otros que denuncian al islamismo radical, sin ser musulmanes, sufren las mismas consecuencias. Es notable el grado de intimidación de políticos europeos y americanos que no se atreven a denunciar al islamismo radical. Evitan ser demonizados y tratados como xenófobos para no perder adeptos y elecciones.
Es importante aclarar que la acusación de xenofobia no se sostiene, porque el islamismo es una ideología religiosa y los islamistas fusionan la religión con una ideología política. No se refiere a una raza, etnia, lengua o nación; es una ideología que cualquiera puede adoptar y convertirse. Por ejemplo, hay americanos y europeos que realizan atentados terroristas en nombre del Islam.
La mala fama que se ganó el Islam religioso no se basa en prejuicios ni en un odio o fobia irracional, sino en actos concretos realizados por organizaciones que se identifican como islámicas, por individuos que se consideran musulmanes, con el apoyo tácito de estados predominantemente islámicos y de un número significativo de musulmanes.
Para contrarrestar al islamismo radical es necesario nombrarlo, establecerlo como un objetivo militar, denunciarlo, investigar a quienes se afilian a esta ideología —sean ciudadanos o extranjeros—, mejorar la vigilancia fronteriza y la verificación de quienes ingresan a EEUU, denunciar a los estados promotores de terrorismo —incluso a los expresidentes y administraciones de EEUU que armaron a organizaciones terroristas— y apoyar a los musulmanes moderados que denuncian a la ideología islamista.
No es un acto odioso ni autoritario el combatir al islamismo radical. Las órdenes ejecutivas del actual presidente de EEUU, que persiguen controlar el flujo de inmigrantes y de ciudadanos de estados con conflictos armados y en los cuales operan organizaciones terroristas islámicas, responden a un problema de seguridad nacional. Hoy día, no es el nazismo, el fascismo europeo, el comunismo ni otra ideología controlada la que amenaza la seguridad de EEUU y del mundo, sino la ideología islamista o el fascismo islámico. Urge, además del objetivo militar, una reforma del islamismo.