Pinchazos, risas, “y más…” (3)
¿A quién le han dicho que las agujas que usan para acupuntura duelen? ¡Apuesto que nadie!
Entonces, para que quede escrito en los anales digitales, certifico que los agujones que usan los acupuntores duelen más que una picada de cien mosquitos juntos. El cuento anti dolor está inspirado en el mito que repiten las enfermeras cuando te entierran la aguja durante las pruebas de sangre, o las vacunas.
El sonsonete de “si respiras profundo, no te duele”, es pura bazofia. Se lo escuché a una enfermera católica que lleva al confesionario pecadillos tan insignificantes como romper la dieta.
Aclarado ese mito, continúo con la serie novelada sobre la medicina complementaria, la medicina alternativa, ”y más…” para dedicarle el capítulo de hoy a la acupuntura, acupresión, electroacupuntura; auriculoterapia (la que se usa con semillitas); moxibustión (modalidad que usa fuego y huele a marihuana cuando quema); y las ventosas (con la que también se usa con fuego y copitas de cristal).
Algunas personas complementan la medicina tradicional con la alternativa. Otros optan solamente por la alternativa. “Santo y bueno”, digo yo, que me aprovecho de todas las opciones que aparezcan
La acupuntura funciona. No es chiste ni cuento chino aunque hayamos heredado la milenaria técnica de la cultura china. He visto casos milagrosos de dolores de cabeza, túnel carpal, “y más…”. Hay casos extremos. La acupuntura como alternativa a la anestesia general es un buen ejemplo. Pero de esos no quiero saber ni por grabaciones de Youtube.
Toño, mi amigo del alma, sabe de buena tinta (también china) que creo ciegamente en la acupuntura porque me ha resuelto dolores de cabeza, espasmos, estrés, “y más…”. Son dolamas que cualquiera pudiera decir que se resuelven con el pana Panadol, o se alivian con Aleeve.
El mismo Toño, que es un hipocondríaco de siete suelas, se atrevió a decir que era puro teatro ver caminar a un joven que entró en muletas al cuartito de los puyazos.
“No te preocupes, que yo me ocupo, y te agarro bajando”, le advertí en silencio.
A los pocos días, Toño sufrió de unas diarreas agudas parecidas a las que provoca la Venganza de Moctezuma. Esa fue mi oportunidad de oro para llevarlo a la oficina de mi acupuntor para que le controlara las diarreas y perdiera el miedo a las agujas.
Ese día mi terapia consistía en que me puntaran varias agujitas en los pies. En descarada violación a la Ley Hipa, preparé el escenario con mi acupuntor. Toño se sentaría de frente a la planta de mis pies, y yo me pintaría caritas alegres en los dedos.
El primero que se rajó de la risa fue mi médico. “Si lo hubiera sabido antes, le hubiera pintado dibujitos a mis pacientes. La risería le borró la tensión a Toño, y se dejó puyar.
Por eso paso rapidito a explicar que la terapia de la risa es de las que se incluyen en la categoría de las “y más…”. Sin embargo, funciona para todo tipo de condición. Se han publicado libros y se han hecho películas y documentales sobre las bendiciones de la risa, la alegría y el buen humor durante procesos de todo tipo de terapias. Doy fe. La risa funciona mejor que la mejor medicina.
Sin embargo, el hipocondríaco-fatalista de Toño, dice que la terapia de la risa puede provocar “quijadas caídas”. No conozco casos de esos, pero estoy segura de que él va a desajustar su quijada a propósito con tal de llevarme la contraria.
Voy a tener que hablar seriamente sobre la terapia de la risa: “¡Toñó, deja las toñerías! Pinta tu Vida de carita feliz. Disfruta, ríete, “y más…”