Agua, besos, “y más…” (2)
Para seguir en la línea de los tratamientos complementarios y alternativos a la medicina tradicional, “y más…” -como anuncian algunos comercios- hay que darse un chapuzón y recibir besucones de todos sabores.
Agua y besos están indicados para sanar prácticamente toda condición. Los sugieren para condiciones como paraplegia, hemiplegia, cuadraplegia, Síndrome Down, Autismo, problemas de aprendizaje, depresión, osteoporosis, “y más…”
Ahora bien. Que quede claro: que ningún lector mi recomendación como excusa para tirarse al agua, rajarse la cabeza, echarme la culpa y luego demandarme. Este espacio no es referencia tipo Medline. Esta chatita no es “Dear Abby”, “Doctor Ruth” (la que decía “sex is good”), ni “Querida Aurora”. Tampoco me usen de excusa para besarse en la boca con los profesionales de la salud. Por mí, nada que ver. ¡Arréglenselas como puedan!
Las personas que escojan las terapias en agua como alternativa curativa, deben ser referidos y estar bajo vigilancia médica. El tratamiento en agua puede ser por recomendación de un neurólogo, un fisiatra, o un terapista físico. Así llegó a dos tipos de terapias en agua mi gran amigo Toño. Hipocondríaco y cobarde, cuida cada célula de su cuerpo hasta de él mismo. “Y eso es bueno”.
Yo, que soy más arriesgada, me sumergí en algunas de las terapias en agua porque me las recomendaron en un centro de rehabilitación física. Confieso que no me atrevía a nadar con delfines cuando tuve la oportunidad. Esa receta de medicina complementaria quedó como sal en agua marina.
Es que acá entre nos, una nunca sabe si le toca un delfín traumado, descendiente directo de los que detonaban bombas nucleares submarinas. El asunto es que soy arriesgada, pero con cierto grado de cordura. Admiro y aplaudo a los que lo hacen, sobre todo a los terapeutas que trabajan con delfines. Pero hasta ahí llegamos.
Para orientación sobre las distintas alternativas de terapia en agua, se pueden considerar artículos periodísticos, un googuleo intenso, o la publicación de una investigación científica en algún medio serio.
Sin embargo, no podemos descartar que a los chapuzones sanadores se llegue por la sugerencia de una persona que te quiere y ve una posibilidad de mejorar. Ese fue mi caso. Así llegué a la acuaterapia, watsu, burdenko, terapias craneosacrales en agua y ejercicios terapéuticos acuáticos.
Puerto Rico tiene excelentes alternativas, algunas cubiertas por planes médicos.
Plan B: “Los Baños de Aguas Termales en Coamo”. Fui hace muchos años y me encantó. Todavía no he podido volver. Me gustaría hacerlo lo antes posible porque han remodelado las instalaciones.
Para los “Planes C” en adelante, otras alternativas pueden ser la bañera, una piscina plástica, la manguera, o el patio del vecino cuando riega la grama. Claro, tomando las debidas previsiones: para no caerse, tapar la silla de ruedas con un plástico barato de cortina de baño nueva, preferiblemente, las de $1.99. Y no desperdiciar “el caro líquido”.
Aparte, o adicional al agua, consideremos los besos.
La medicina siempre se puede complementar con raciones irracionales de besos. Lo aprendimos en nuestras casas, al son del “Sana, sana, colita de rana”. Son gratis, combinan con todos los colores y sabores.
Hay Besitos de Coco, como los de la canción con la que mareo al pobre Toño; Besitos de Guayaba, como los de mi amiga Vivian Caballero; Besos Tropicales, como los de la poeta Elsa Tió; Besitos de Maracuyá (parcha), de Zapote (mamey colora’o), de nísperos, de marañón (pajuil), de tomate de árbol, y hasta de tutti fruti, como los de mi querida amiga y colega, Irene Garzón; y, por siaca (si- acaso) se quedara un sabor, “que sea un coctel de besos”, como dice la también querida amiga y colega, Nilsa Pietri.
“Y más…” Hay muchos más… y más allá de esos, muchisísimos más…
Sin embargo, los besos silenciosos y tiernos de una madre sobre la frente de su hijo; besos que no suenan, que apenas son de dos labios cerrados, funcionan mejor que un termómetro para medir la fiebre.
¡Esos sí que son sanadores!
Nota: Los “tal, más cuál, y más…” continúan hasta que se me agoten las alternativas que Toño y yo hemos probado, las que aparezcan en nuestro caminar; las que nos recuerden nuestros gentiles lectores, “y más…”, como anuncian las tiendas de “a dos por chavo”.