Después que me dijeron…
Entre las 7:00 de la mañana y la media noche de hoy 9 de febrero cumplo 19 siglos de haber nacido por segunda vez. Con esto culmino la narrativa que comencé el jueves pasado. Aprovecho para certificar que cualquier parecido a un novelón turco para arrastrarse en tristezas y no salir del hoyo, es irreal.
Aquí no hay espacio para dramones de tontos disfrazados de víctimas con el propósito de inspirar lástima. Se trata de compartir algunas experiencias que hemos superado mi amigo Ángel Antonio (Toño) Pérez-Serás y yo, para mantenernos Vivos.
Contaré “milagros, pero no los santos”, a menos que los médicos -que no son santos- lo autoricen. Creemos que hay personas que pueden beneficiarse al saber que contamos con cirujanos y especialistas de seguimiento en Centro Médico, el único hospital terciario de Puerto Rico y las Islas Vírgenes.
Fue en Centro Médico donde me salvaron la vida dos veces. Para la tercera intervención me refirieron a otro galeno, también puertorriqueño, que se había entrenado en el mismo hospital estadounidense al que me dirigieron.
Este, me refirió a un centro de radiación fuera de Puerto Rico. No le hicimos caso. Nos comentaron de un nuevo centro de radiaciones en el área metropolitana, y para allá nos tiramos Toño y yo -literalmente- “de cabeza”.
Debo de aclarar que cuando una persona es cobarde, deja que el otro “se tire por el risco primero”. El Cielo se encargó de que coincidiéramos dos “locos de la Vida” con condiciones similares. Por eso le digo “mi colega entumorado”.
En su caso, “el masacote” de tumor que tiene es más grande que el mío, y estaba en una etapa más avanzada. Pero al soruma le encanta estar peor que el del lado. En este caso, soy yo. Por eso no me suelta ni pie ni pisada.
Regreso al cuento donde lo dejé: Fuimos al centro de radiocirugías local con resultados nefastos. Nuestros respectivos masacotes eran más grandes de lo que reseñaban los estudios. Lo que debió ser una radiocirugía de un día y poco tiempo, se convirtió en una achicharrada de dos días y muchos inconvenientes.
Él quedó parapléjico, y yo… “casi-casi”. Hice terapias en agua y alcancé mucha funcionabilidad, pero las convulsiones me hacían dejarlas.
En contra de la sugerencia de mi neuróloga, busqué otro Plan B local.
Ese, tembló al leer mi historial. Las páginas se movían como hojas en ventiscas cuando estamos en el ojo de un huracán: meridianamente suaves, pero consistentes. Jamás sabremos si ese ente humano, estaba en su sano juicio cuando -sin mirarme a los ojos-, le dijo a mi familia que no había nada ni nadie que pudiera hacer por mí; que me llevaran a casa, y que nos sentáramos en un sillón.
Nunca supe si era para esperar La Parca, o para dormir ilusiones.
Recordé que mi neuróloga nos había dicho que no era opción no hacer nada si había la opción de hacer algo, frase que me repitió un neuro oncólogo.
“¡A la porra!”, pensé más rápido que ligero. “Ese sillón será para acunar a los futuros nietos”.
No le hablé a mi esposo en todo el trayecto a casa. Nos embobamos atrapados entre las telarañas de pensamientos negativos.
Cuando le contamos a Toño, el pobre pensó que era una broma.
Al llegar a la farmacia de nuestro vecindario, mi esposo recibió una llamada. Contrario a lo que dijo el medicucho, le dijeron queme llevara a Houston lo antes posible porque había tres opciones para salvarme la Vida: una cuarta craneotomía, un luengo proceso de 28 radioterapias, o una combinación de ambas.
Toño había recibido una invitación similar dos semanas antes, por un diagnóstico más complicado que el mío y “lo estaba pensando”.
Yo acepté el reto sin meditarlo mucho. Terminé oficialmente todos los procesos, y actualmente me chequean el millaje cada 9 meses. A Toño le faltan par de rounds. Está fajándose en terapias físicas y ocupacionales. Además, considera la posibilidad de probar nuevas opciones para reducir el fastidioso edema que no le permite ponerse de pie.
Con tal de mejorar la calidad de Vida, me lanzo en la misma terapia a fin de febrero, cuando el plan médico lo apuebe… (tema a discutir próximamente).
Que quede claro, que ninguno de nosotros es mejor que el otro por ser más, o menos atrevido. Tampoco podemos decir que los médicos de Estados Unidos son mejores que los de aquí.
Mientras, estamos celebrando la Vida y estos 19 años que han sido como 19 siglos.