Música, naturaleza y arte al rescate
Antes de haberlo leído –quizás antes de haberse publicado el estudio- ya había probado y comprobado que escuchar música, extasiarse con la naturaleza y disfrutar del arte, tienen propiedades curativas.
Me explico: durante mis múltiples hospitalizaciones siempre he tenido acceso a música, a la naturaleza, y a revistas o programas de televisión relacionados con museos, o historia del arte.
No disfruté conciertos, ni visité museos. Tampoco fui al Gran Cañón de Colorado, ni las Cataratas del Iguazú, pero logré un magnífico Plan B: escapadas a jardines, o a parchos de grama medio seca en los que me imaginaba arquitecta paisajista o ayudante de Douglas Candelario.
Dios, el Comandante y Jefe de Operaciones de toda Gestión Sanadora, dio la señal de salida al permitir que me sentara derecha en una silla de ruedas. Mi familia –aterrada, pero obediente a mis órdenes disfrazadas de peticiones- me escoltaba hacia los patios en cualquier silla de ruedas que “alguien dejaba por equivocación” cerca de mi habitación. El proceso se llevaba a cabo entre riserías contenidas y chistes.
Mágicamente me volvía invisible para el personal médico del piso, me colaba en el elevador como si nada, y salía por la puerta ancha como Carmen por su casa. Al menos, eso me hacían creer, y yo les seguía el juego.
Por eso certifico y recertifico: ¡nada como salir del aire acondicionado, las sábanas blancas y los pinchazos para monitorear al encamado cada 15 minutos! Esas aventurillas tienen sabor a libertad y a que una se sienta saludable.
De manera que para mí no es noticia nueva el que la distracción ayude a desenfocarse de “lo negativo”; pero, ¿que altere para bien el sistema inmunológico bajando los niveles de químicos de inflamación que provocan o disparan la diabetes, la posibilidad de ataques cardíacos y otras condiciones de salud?
Pues sí. Lo han certificado investigadores de la Universidad de Berkeley, California. Y todavía dicen más. Según un artículo publicado en The Telegraph, la música, la naturaleza y el arte benefician dramáticamente el sistema inmunológico.
Según el sicólogo Dacher Keltner, de la Universidad California en Berkeley, las tres influyen positivamente en la salud, el ánimo y la expectativa de vida.
Combaten infecciones, algunas enfermedades y condiciones relacionadas con diabetes tipo 2, artritis, Alzheimer y enfermedades del corazón.
En otras palabras, que las emociones positivas y tranquilizantes de las que nos beneficiamos visual y auditivamente están relacionados a marcadores de salud física y emocional.
Sin embargo para el Cheche Non Plus Ultra a nivel mundial de la Neurología del Paciente Neurótico e Impaciente -Ángel Antonio Pérez-Serás- esos estudios son “una charlatanería de los museos y las salas de concierto, que están cerrando por falta de público”.
O, que el Gobierno provoca que la gente se enfoque en ir al Yunque o a Mar Chiquita para que no se den cuenta de la corrupción rampante que ha llevado a nuestro país a un hoyo sin salida.
Traumado por su apellido “Pérez-Serás” –que suena “perecerás” cuando lo llaman en los consultorios médicos- mi amigo Toño no se ha dado cuenta que una persona puede ser feliz aunque sea ciego y no pueda mirar las puestas de sol, ni las lluvias de estrellas. Una persona puede ser feliz aunque sea sordo, y no pueda escuchar música, ni el trinar de los pájaros.
Sonidos agradables, la vista majestuosa de un paisaje, así como la belleza en los patrones de colores de las alas de la mariposa en una flor; todos tienen la capacidad de acelerar procesos de sanación. También los abrazos, los mimos, las palabras dulces en tono afectuoso tienen efectos positivos en la persona que todos creen que “no reacciona” porque está en un estado comatoso.
Música, naturaleza, arte y amor hacen milagros.