Conocí a Julia tarde en su Vida y temprano en la mía. Ya era famosa en las cocinas de dos continentes. Muchos se burlaban de lo campechana que era en los programas de televisión al transmitir con sencillez y buen humor sus conocimientos formales en el arte de “La Alta Cocina Francesa”.

Julia Child –la enorme, e imponente mujerota- permitió que Noel Riley Fitch la desnudara en su biografía autorizada “Appetite for Life”. Me imagino que al pedírselo, le habrá contestado en afirmativo, con su particular y estruendosa carcajada.

Así era la Child: alborotosa, afable, honesta y feliz.

La propia Meryl Streep se declaró admiradora de su personalidad durante la promoción de la película Julie & Julia.

“¿Cómo definir esa cualidad que tienen solo algunas personas? Parecía estar feliz de estar viva cada día de su vida”, señaló la actriz en una entrevista sobre Julia Child, el personaje que encarnó en ese filme del 2009.

Hoy comento sobre Julia y su apetito por Vivir, en el contexto de mis múltiples intentos para que mi amigo Toño –de quien tanto hablo- reconozca y acepte que el mundo no se acaba cuando se te cae un pedacito del cascarón del último huevo que rompes antes de batirlos para hacer un simple tortilla.

El sartén está caliente; las papas, en su punto y a la temperatura adecuada… ¡y un pedazo de cascarón, flota y juega a escaparse de la cuchara que se desliza entre yemas y claras!

¿Qué hubiera hecho Julia ante una situación como esa, frente a las cámaras, en el programa de televisión “en vivo”?

La imagino riéndose y haciendo señales que prometieran complicidades.

Hubiera sacado el pedacito con los dedos porque “en la cocina de los hogares no hay testigos”, y hubiera continuado con el procedimiento como si nada.

No pretendo minimizar las circunstancias que nos han llevado a Toño y a mí -su colega entumorada- a condiciones de salud que no comparan con el pedacito de cascarón que quería colarse en la tortilla.

Solamente aspiro a que mi amigo no pierda las ganas de Vivir. Esta chatita no cree en pociones de hígado de bacalao para abrirle el apetito por la Vida un amargado amigo que mira todo en negativo.

No puedo enseñarle a estar agradecido de estar Vivo cada día de su Vida.