Censos y apuestas en los baños
Sin ánimo de ofender a quien decida que quiere ofenderse, confieso que de un tiempo a esta parte mi amigo Ángel Antonio Pérez-Serás y yo “disfrutamos” la aventura de contabilizar la existencia de los pocos baños familiares que hay en los lugares públicos de Puerto Rico. Digo “disfrutamos” porque no nos queda otra alternativa.
Cuando necesitamos un baño familiar y lo encontramos disponible, entramos más rápido que ligero.
Aclaro, no entramos ni juntos, ni revueltos. Él entra con su santa esposa; y yo, con el mío, que es santísimo.
Pero, cuando después de mucho buscar, encontramos ocupado el bendito baño familiar, nuestros respectivos consortes se persignan. Toñita – la esposa de Ángel Antonio- tiembla y entra en pánico. Después de veintipico años de matrimonio, ella sabe de lo que su Toño es capaz de decir y de hacer.
Yo digo, sin apasionamientos, que la ausencia o escasez de baños públicos familiares es una falta de respeto a un sector creciente de la población, además de una violación descarada a la Ley ADA.
Así las cosas, y para evitar que Toño se montara en tribuna, la semana pasada le propuse dos proyectos. El primero, un censo para contabilizar e identificar los centros comerciales que tienen baños familiares y los que no. Sépase que los baños familiares tienen que estar al lado de los baños múltiples para hombres y los baños múltiples para mujeres. Aunque ambos tengan un cubículo para personas con impedimentos, no cumplen con todos los requerimientos.
Me comprometí con Toño a publicar los resultados del censo en una tirada tipo “Guía de lugares aptos para personas con impedimentos y sus familiares” que identifique centros comerciales, tiendas grandes, cines y otros lugares sin barreras arquitectónicas, con baños familiares dignos. Le dije que el proyecto es factible con el apoyo económico de varias Asociaciones y Fundaciones que realizarían el estudio con nosotros.
“Mira Toño, crearíamos una Coalición para dar a conocer el problema y sus posibles soluciones. Publicaremos anuncios en los periódicos, banners en los semáforos, y rótulos iluminados en las autopistas para tirar al medio a las empresas que no cumplan con la ley.
“Por ahora, nos servirá como modelo y ejemplo positivo el centro comercial Plaza del Sol, en Bayamón, que cuenta con un baño familiar amplio y limpio. Además, está ubicado estratégicamente frente a las oficinas de Seguridad, de manera que cuando una persona con impedimentos lo necesita, le pide la llave al personal, que siempre está disponible y es muy amable”, le dije.
Quedó pensativo, como en un transe.
Confieso mi error: debí de haber detenido mis “elucubraciones para neutralizar toñerías” porque el segundo proyecto le voló la cabeza y le activó el lado perverso del cerebro. Le dije que se debía imponer multas a los listines e inconscientes que nunca se han visto en la necesidad de usar un baño familiar y le quitan el turno a quienes sí lo necesitan.
Al tipejo le pareció genial la idea, pero la llevó al extremo, como siempre. Sugirió que se hicieran apuestas abiertas frente a las puertas de los baños familiares. El jolgorio que se forme cuando salga una persona que no lo necesite, provocaría un motín; situación idónea para fotografiar con celulares, y posteriormente identificar a los “transgresores”.
Envalentonado, se refirió con desprecio a “esos, o esas” que violaron los derechos constitucionales de personas con impedimentos físicos que probablemente no pueden controlar la urgencia de sus necesidades fisiológicas. Para “tirarlos al medio”, urgió a que sea les obligue por ley a tener letreros frente a sus casas, tal y como se supone que se haga con los pedófilos.
Y hasta aquí le permití el discurso.
Conmigo que no cuente. No voy a recurrir a los legisladores para eso. Sería el “Proyecto de la Cámara de Representantes 1234567890-QWERTYUIOP” antes de morir en una gaveta.
NOTA IMPORTANTE:
Los baños familiares no son caprichos míos, ni toñerías de Toño porque no son para uso exclusivo de las personas con impedimentos que se transportan en sillas de ruedas manuales o motorizadas; en scooters pequeños de 3 ruedas, o scooters grandotes de 4 ruedas.
Los necesitan los padres (varones) que están a cargo de sus hijos pequeños y tienen que cambiar pañales.
Los necesitan los padres (varones) que están a cargo de una hija pequeña que no puede entrar sola al baño de las mujeres.
Los necesitan las familias que llevan dos infantes en esos coches de bebés grandes y largos.
Los necesitamos todos para tener mejor calidad de vida en una sociedad de ley, orden y sensibilidad.