Cabezas rapadas/solidaridad
La palabra “solidaridad” se queda corta al describir la risería nerviosa y la llorosa emoción con la que cientos de personas se despidieron de sus cabelleras ayer en la actividad “Uniendo Cabezas por los Niños de CAP”.
Por el Coliseo Roberto Clemente pasaron más de 800 personas, que con abrazos esperanzadores exhibirán el “coco pela’o” en señal de apoyo amoroso e incondicional con los niños que están estrenando la vida de la manera más difícil: luchando contra el cáncer mediante tratamientos de quimioterapia.
El evento es parte de las actividades que lleva a cabo desde hace algunos años la Fundación CAP –o Fundación (para la concienciación del) Cáncer Pediátrico- con el propósito de recaudar fondos para la compra de equipo para el Centro de Imágenes de la Unidad de Oncología del Hospital Pediátrico, en Centro Médico.
Ayer se cumplió la meta de $1 millón en San Juan. Espero que se alcance una cantidad similar cuando se replique la actividad el próximo 20 de marzo en el Palacio de Recreación y Deportes de Mayaguez; y el 4 de mayo, en la Pista Luis Humberto Torres, de Las Piedras.
No hay que tener un familiar con cáncer, ni haber experimentado la solidaridad del equipo de trabajo para contagiarse de la emoción al ver cómo cientos de personas se despedían de la cabellera que peinaron en la mañana.
Ayer participó por primera vez un Gobernador y la Primera Dama. Al Primer Ejecutivo, Alejandro García Padilla, lo recortó su esposa Wilma Pastrana. Figuras de los medios noticiosos y artistas reconocidos, también se despidieron de sus melenas. Jóvenes representantes de universidades, de escuelas, y de clases graduandas hicieron otro tanto. Sin embargo, lo más que me conmovió fueron las niñas que quisieron raparse al igual que sus madres, para apoyar a los pacientes pediátricos.
Hace varias décadas, leí en la revista Selecciones del Reader’s Digest sobre una familia que se afeitó la cabeza en solidaridad con el hijo más pequeño, que había perdido el pelo como efecto de los tratamientos de quimioterapia para combatir un tipo de cáncer “raro”. Era un cáncer de esos que se dan en uno entre millones de niños. El acto de solidad amorosa de la familia se reseñó en los medios noticiosos. No era usual que padres y hermanos demostraran de esa forma que lo acompañarían con fuerza y valentía en la lucha contra la enfermedad.
Poco después supe de un grupo de estudiantes de escuela elemental, quienes con su maestra, también se afeitaron la cabeza para reafirmar las muestras de cariño y solidaridad que le expresaban a su compañero en las tarjetas que le enviaban al hospital. Tampoco era usual que todos los padres de un grupo heterogéneo de niños autorizara unánimemente ese gesto de solidaridad.
Años después se popularizó que médicos, enfermeras y otro personal de las unidades de tratamiento de quimioterapia para niños, también se raparan la cabeza. Era su forma de decirle a los pequeños “mírame, me veo como tú; estoy contigo, te voy a ayudar y vamos a seguir dando la batalla juntos”.
Era -y sigue siendo- un acto de casi heroico porque poca gente se atreve a despojarse de su cabellera; sobre todo mujeres y niñas.
Sigue siendo un valiente acto de solidaridad, que en el caso de la Fundación CAP, se convierte en una manera de concienciar sobre la valentía de los niños y la necesidad de proveerlos de equipo para seguir contagiándonos con su inmensa Alegría de Vivir.
NOTA:Para donaciones e información sobre la Fundación CAP, puede acceder a través de su página electrónica: http://fundacioncap.org/