Síndrome Chatarrascoide
No es secreto que mi amigo Toño es un hipocondríaco de siete suelas. Se contagia de todo; hasta de lo que no se pega. Para decir más, cuando siente un mini-micromovimiento telúrico, jura que tiene Parkinson; y si se sobresalta por un bocinazo en la carretera, pide que cambien la ruta, que lo lleven al Hospital Cardiovascular, y que la cirugía de corazón abierto quede bien cerrada.
A la menor provocación, se inventa condiciones con síntomas tan incompatibles que no existirían -ni por equivocación- en los libros de medicina de una película ciencia-ficción.
Ahora, con la situación fiscal del país y la degradación de los bonos nacionales a nivel de chatarra, mi querido amigo ha retomado su actitud fatalista con el nombre de la clasificación bancaria.
La segunda semana de febrero le empezó una carraspera provocada por la nube de polvo del Sahara que todavía no ha llegado a Puerto Rico. Vio de raspón el mapa del pronóstico del tiempo y determinó que el manchón rojo en proceso de salir de las costas africanas, ya lo tenían “como chatarra”.
Yo lo miré, apreté la bemba y la viré de medio ganchete –como el del tipo del letrero que dice que no fía- y lo diagnostiqué con el “Síndrome ChatarrascoideAutodestructivo a Nivel Agudo”.
Fue feliz. Le plació que le dijeran que tenía un síndrome agudo, aunque sonara a”hemorroides”.
Pensé decirle que estaba en etapa avanzada irreversible llevarlo al regocijo total. Pero me aterró la idea de que asustara a sus amigos hipocondríacos a través de un tuíter que anunciara la nueva enfermedad.
Opté por decirle que tanto el Síndrome que él padecía, como el del país, pueden tener remedio. Le advertí que el proceso de sanación del SíndromeChatarrascoide es lento, sacrificado y costoso, pero tiene posibilidades de recuperación. Viró los ojos hacia el techo sin subir la cabeza, y casi muero.
¡Pensé que convulsaba!
Para enmendar la sinvergüencería que le había jugado, empecé a dorarle la píldora contra la Chatarrería de los bonos. Le dije que hay esperanzas y opciones para superar la paupérrima situación fiscal. Le aseguré que podemos sacar los pies del plato si nos arremangamos la camisa, nos dejamos de egoísmos y de exigir “bonos de productividad” por hacer bien el trabajo que se supone que se haga bien.
Me saqué “de la manga production” el siguiente “mantra”: “respirar profundo y trabajar; producir, trabajar y exportar, trabajar y vender para generar; echar pa’lante a Puerto Rico porque no somos chatarra… podemos ponernos de pie…”
Entonces, cuando lo ablandé como habichuelas en olla de presión, aproveché la oportunidad para desprogramarle la hipocondría-fatalista-depresiva.
“¡Toño! Déjate de toñerías. Tú no puedes quedarte sumergido en el SíndromeChatarrescoisde. Los bonos del gobierno de Puerto Rico están a nivel de chatarra, y ya. Es un hecho, y hay que afrontarlo. Hay que apretarse el cincho y dejar de ser mantenidos. Es cuestión de tomar acción; de arroparse hasta donde alcance la sabana; de cocinar “loque” (lo que haya en la alacena), y de recalentar las sobras.
“La Vida es una chulería. Pero este es el momento de actuar. Al fin de cuentas, como país no nos vamos a dar el lujo de autodestruirnos por un catarro que se convirtió en pulmonía Triple Chatarra y nos tiene en Intensivo.
“Y tú, ¡Toño! De nuevo, déjate de toñerías… tómate el aceite de hígado de bacalao y tus vitaminas, no sea que también caigas en la Unidad de Cuidado Intensivo por cuenta de la nube de polvo del Sahara que todavía no cruza el Atlántico”.