Insoportables
El presidente de los Estados Unidos de América es un cafre.
Se trata de un hombre que no respeta la dignidad de sus semejantes sin importarle el género, raza, religión o nacionalidad. En cualquier barrio de Puerto Rico se definiría como un cafre a este individuo. es una triste realidad que ha hecho de su presidencia una vergüenza para su país y tiene, tanto a demócratas como a republicanos buscando la manera de residenciarlo.
No voy a molestarme por buscar la definición de cafre en el diccionario de la lengua española; me remito a lo que significa el adjetivo en cualquier esquina de Puerto Rico. Donald Trump es exactamente eso. Lo fue en su adolescencia, en su desarrollo como hombre de negocios, como billonario y ahora como presidente de su América gracias a los gajes de una democracia malamente educada y de valores equivocados que irónicamente se han entronizado en la sociedad más rica y poderosa del planeta.
Se trata de una nación que por 118 años ha pretendido darnos lecciones de gobernanza haciéndonos creer en su sabiduría y en su grandeza y de paso despreciando los esfuerzos de superación de unos cuatro millones de puertorriqueños que hemos sido una civilización de isleños hispanos fuertemente apegados a nuestros rasgos culturales a pesar de sufrir en manos imperialistas los crímenes del colonialismo. No al extremo de los perpetrados por las naciones europeas en el continente africano que incluían los horrores del exterminio físico pero ciertamente la tragedia del ser humano que acepta la degradación de su personalidad disminuida por la inferioridad de lo que tiene nombre: la esclavitud. Y es una que incluye el yugo de la intervención psicológica; esa que encadena la mente y la conciencia del esclavo. No es debatible que el puertorriqueño no es un hombre libre y no lo será mientras sea ciudadano de la nación que le ha conculcado su derecho a auto determinarse imponiéndole una ciudadanía que no honra su nacionalidad.
Mientras la cafrería de Donald Trump avergüenza y empequeñece a los Estados Unidos ante el Mundo, ahora en Puerto Rico se ha colmado la copa del abuso porque llevamos casi un año del más claro ejemplo de una dictadura fascista impuesta por una Ley Promesa que ha desmantelado nuestras instituciones de corte democrático para solventar una deuda billonaria de la que es más responsable Washington que Puerto Rico. Pero es tan fácil convencer a puertorriqueños desnacionalizados y colonizados de que los vagos, los corruptos y los irresponsables somos nosotros librando así de toda culpa a un Imperio que nunca ha dejado de ser la ley suprema en nuestra isla. A ese grado ha llegado el desmoronamiento de nuestra auto estima.
Y es tan fácil asustar al cobarde, al miedoso, al que se le ha convencido de que no valemos como para gobernarnos. Esto a pesar de que somos inteligentes, y dispuestos a trabajar y progresar como lo hemos hecho en tantas fases del emprendimiento humano.
Si insoportable es Donald Trump, insoportable es el yugo imperialista de una Junta de Control Fiscal creada para humillarnos ante el Mundo y para COBRARNOS una deuda billonaria de la cual los Estados Unidos es más responsable que nosotros.
Tan insoportable es el personaje de Trump como lo es la obvia y hasta absurda condición colonial que sufre nuestro Puerto Rico.
¿Cómo llega a la presidencia de la nación más rica y poderosa del planeta un cafre como Donald Trump? ¿Cómo llega un pueblo como el nuestro con valores y una cultura de alta civilización a someterse a la voluntad de una nación extranjera que nos ‘convence’ de nuestra condición de inferiores para imponernos una autoridad que en nada responde o representa la voluntad de adelantar los intereses de nuestro Puerto Rico?
Tan insoportable es Trump para los Estados Unidos como insoportable lo es la Junta de Control Fiscal para Puerto Rico.
¿Hasta cuándo?