Una promesa traicionada
No es mucho lo que queda del Partido Popular Democrático (PPD).
Tanto nadar para morir en la orilla. Su creador Luis Muñoz Marín lo convirtió en un campeón electoral cuando en verdad se fundó para liberar a Puerto Rico, política y económicamente. Una promesa traicionada.
Érase un partido independentista fundado en 1938 por las mejores mentes del país y ciertamente el político más importante de su época. El Partido Popular barrió en las elecciones de 1944 y Muñoz Marín se convirtió en líder con un mandato absolutista. Ya Washington había identificado a este puertorriqueño (bilingüe) como su hombre de confianza en la colonia.
Franklin Delano Roosevelt y su ‘brain trust’, con Estados Unidos en plena guerra mundial, convencieron a Muñoz de aminorar sus pujos independentistas a cambio de ayudas federales que empezarían a mejorar la quebrantada economía de la isla. Y el próximo paso sería darle el derecho a elegirse como gobernador. Ya yendo en ruta a la gobernación Muñoz Marín decidió descartar el ideal independentista calificándolo como “una ruina económica para el país”. Y el PPD barrió también en los comicios de 1948.
Pienso que Muñoz y el PPD ganaban aún con la independencia en su programa. Pero sus declaraciones en plena campaña electoral enajenaron a varios líderes importantes como Vicente Géigel Polanco quien llegó a ser su secretario de Justicia hasta que fue removido de su puesto en 1953. Inconforme con que Puerto Rico fuera pura colonia Muñoz presentó la alternativa del Estado Libre Asociado fundamentado en una constitución boricua. Idea, que Washington compró propiciando la creación de un status supuestamente descolonizador. La mentira llegó a ser avalada por las Naciones Unidas en una muestra de puro mollero por los Estados Unidos.
En su libro “La Farsa del Estado Libre Asociado” Géigel Polanco detalló con precisión los rasgos coloniales del ELA, los mismos que en junio del 2015 fueron confirmados por el Attorney General y el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.
La revolución nacionalista de 1950 fue la gran protesta por lo que se estaba gestando para Puerto Rico y aunque en cierto modo intimidó a Muñoz, en 1952 quedó establecido el ELA con dos himnos, dos banderas y dos constituciones. Y en la nuestra, se glorificaba la ciudadanía ‘americana’ en menoscabo de nuestra nacionalidad.
Y ahora ¿qué?
Muñoz Marín sabía que el ELA no nos descolonizaba. Lo sabía. Y por eso en 1959 impulsó el Bill Fernós Murray para mejorarlo, pero fracasó. Muñoz tuvo siempre dominio absoluto sobre los puertorriqueños, pero nunca pudo con los gringos. Siempre le comieron los dulces y así El Vate tuvo que conformarse con ser gobernador de una colonia y lo fue hasta que en1962 decidió pasarle el batón a Roberto Sánchez Vilella.
Muñoz Marín fue dueño y señor de Puerto Rico por más de veinticinco años, El que no vivió ese tiempo de 1940 a 1966 no podría concebir su poder absoluto. Embriagado por ese poder, todo lo decidía, aún desde su casa en Trujillo Alto. Y cometió errores.
En su afán por mantenerse en el poder hizo galas de la Unión Permanente, concepto obviamente atribuible a la Estadidad. Para congraciarse con Lyndon Johnson impulsó una medida legislativa para apoyar la intervención de Estados Unidos en Vietnam. Y siguiendo esa pauta pro USA insistió en el Plebiscito de 1967 para ratificar el apoyo del Pueblo al Estado Libre Asociado; o sea, a la colonia. Muchos grupos se le opusieron, pero, como siempre Muñoz se impuso.
Y desde entonces perdió fuerzas su liderato culminando con la derrota del PPD ante Luis Ferré y el Partido Nuevo Progresista en 1968. Irónicamente se había impuesto la Unión Permanente.
Muñoz Marín murió en 1980 pero el Estado Libre Asociado duró hasta el 2015 cuando toda su mendacidad fue expuesta en cinemascope. Un fraude monumental que persistió por 65 años
El ELA se mantuvo vivo mientras a los Estados Unidos le conviniera. Y hoy los pedazos del Partido Popular andan por ahí con soberanistas, libre asociasonistas, colonialistas e independentistas (lite) buscando la ‘pega’ que los una para volver a ganar unas elecciones.
Y llegamos a la libre asociación. Suena muy bonito y más aún sobre el fundamento de eso que llaman soberanía.
Pero se trata de un status político que enfrenta el mismo problema de la Estadidad. O sea, Estados Unidos tiene que querer y aceptar asociarse con Puerto Rico en un plano de igualdad. Dos naciones pactando la asociación. ¿Para que querría Estados Unidos asociarse con Puerto Rico?
¿Quiénes pactarían? Un ‘americano’ y un puertorriqueño, ambos ciudadanos de Estados Unidos. Obviamente el pacto no es entre ‘iguales’. Y sale en la ecuación el asunto de la ciudadanía lo que exigiría que el puertorriqueño fuera ciudadano de su nacionalidad y así cada uno de los pactantes estaría representando legítimamente a su nación. Ese instante de soberanía la tendría Puerto Rico al momento de reconocerse el valor jurídico de la ciudadanía puertorriqueña. ¿Estaría el puertorriqueño dispuesto a ejercer ese instante de soberanía como ciudadano de su nación? ¿Estaría dispuesto Estados Unidos a reconocer esa ciudadanía puertorriqueña a la par con la suya?
Tanto en el proceso de anexión como en el de libre asociación influyen las diferencias culturales entre el imperio y la colonia. Eso no deja de intimidar a los ‘americanos’ y ni hablar de la bancarrota boricua. Por todo eso, en el último de sus análisis Washington diría: What for?
Mientras los populares se lamen las heridas y piensan que rayos van a proponer que no sea más de lo mismo, una Junta de Control Fiscal nos humilla con su autoridad poniendo de relieve el absoluto desprecio de Washington hacia los puertorriqueños porque, para cualquier destino que nos vincule con ellos, el boricua simplemente es un latino más.
Populares despierten a esa realidad y únanse a un movimiento de resistencia nacionalista que garantice la supervivencia de la nación puertorriqueña.
Y si los Estados Unidos bien pudieron financiar la creación de la República de Israel así mismo pueden apoyar la creación de la República de Puerto Rico.