Jay Fonseca
Conocí a Jay Fonseca cuando apenas se graduaba de teenager. Maseteaba las teclas en Notiuno y estaba fuera de formas por lo que le aconseje que hiciera ejercicio. Me hizo caso, pero desde el cuello para arriba.
Me impresionó su hablar disparando datos como una ametralladora y entre palabras y oraciones hilvanaba un pensamiento. Me trajo a la mente un potro salvaje a domarse con buenas bridas y un buen jinete. Sus interjecciones en inglés me sugirieron bilingüismo. Y el nombre de Jay me advertía que bregaba con un puertorriqueño orgulloso de ser ciudadano americano con su buen pasaporte de águila en una caja fuerte. Manera segura de atesorar una ciudadanía de segunda clase que le garantizaba a perpetuidad el derecho de vivir algún día en un Puerto Rico estado. Sí Pepe, y los pajaritos siguen preñados.
Paso un tiempo razonable cuando, cambiando estaciones en la radio de mi carro me golpearon expresiones estridentes, fehacientes y contundentes. Era Jay. El muchacho había llegado ‘after all’. Pero la cosa no paraba ahí porque lo próximo fue aparecer con una columna en la ‘casi portada’ de Primera Hora. La leí enseguida y me enteré de muchos acontecimientos de los cuales muy pocos eran chismes. El tipo se había documentado dando la impresión que tenía más enchufes que un receptáculo multibocas.
Eso no me sorprendió. Jay se prepara. Es más, lo venía haciendo desde aquel primer día en que lo conocí. Al principio lo escuchaba con escepticismo y juraba que se equivocaba; o en los datos, en la información o en sus opiniones. Pronto mi di cuenta que la fuerza de su personalidad nada tenía que ver con su volumen en el polo sur sino en su cara que se metamorsefeaba en gestos, ocurrencias, carcajadas imprevistas (se reía del mismo) pero destilaba convicción, aunque no siempre justificable.
Lo comenté en el periódico un día y las reacciones fueron ‘fifty fifty’. Me esperaban más sorpresas de este personaje cuya originalidad es obvia y así contrasta con tantos otros analistas que por sus compromi$o$. sus comentarios y consejos están pautados con una semana de adelanto.
Cual no fue mi sorpresa cuando una noche, en uno de los noticieros de la televisión aparece la hipopotámica figura de Jay Fonseca explicando con lujo de detalles porqué Puerto Rico se iba por el camino de la amargura del fregadero. Fue esa noche que pude identificarlo con ese pragmatismo intransigente que no le permite a nadie identificarse con ilusiones o cualquier cosa que se salga de las hojas de balance; la biblia de los contables.
No dudo que Jay es de lo que piensan que la independencia es una quimera porque la rechaza electoralmente un 97% de los puertorriqueños obviando el dato histórico que la razón no asistía a Barrabas cuando venció a Jesucristo 22 a 0 en el más importante referéndum en la historia de nuestra humanidad. Pero hablando de quimeras tengo la impresión que Jay es anexionista. Porque el buen pragmático siempre tiende a hacerlo que cree conveniente. Y no es que yo quiera ofender, pero si algo distingue a los animales es su pragmatismo. Solo el ser humano es capaz de ilusionarse. La única ventaja del animal sobre el hombre es que NO SABE QUE ALGUN DIA SE VA A MORIR.
Ya sé que me estoy excediendo en la perfilada que hago de este joven que he llegado a admirar sin verdaderamente entenderlo.
Quizás sea porque creo que cuando se equivoca lo hace con autoridad convencido de que dice y defiende la verdad.
Jay, ya que por primera vez hemos intimado tanto, contéstame algo sobre eso que llaman la DEUDA.
¿LE DEBEN MAS LOS PUERTORRIQUEÑOS A LOS ESTADOS UNIDOS QUE EL IMPERIO A LA COLONIA?
ILUSTRAME.