Fuera Trump y sindicatura para el GOP
Mientras tres miembros del Partido Republicano de los Estados Unidos, conocido también como Grand Old Party o GOP, forman parte de una Junta de Control Fiscal encargada de gobernar a la nación puertorriqueña, el candidato de esa colectividad a la presidencia de esa nación acaba de impugnar, de facto, el proceso eleccionario de Estados Unidos.
Donald Trump, en un debate con la candidata demócrata Hillary Clinton, optó por afirmar que no necesariamente acataría el resultado de las elecciones a celebrarse el 8 de noviembre. Es obvio que este republicano, seleccionado como el candidato presidencial de su partido para los comicios del 2016, condiciona su aceptación a las votaciones solamente si gana.
Se trata, ni más ni menos, de una guerra entre los representantes de la democracia más poderosa del Planeta, violada en sus raíces filosóficas, por un candidato que ha recibido el apoyo de millones de seguidores que creen en sus ideas, francamente supremacistas y destempladas, con el propósito de hacer a América “Great Again”.
Lo que se propone Donald Trump es el desmantelamiento de todo el andamiaje democrático (incluyendo su dichosa y tan mentada constitución) en que se basa la Unión Federal (“a more perfect union”) para como dijera uno de sus líderes “Disgrace the Nation”. Y si algo debe asustar a los “americanos” cuerdos y normales, así como a los que allí han emigrado de medio mundo, es la definición del gran propósito de Trump: “Make America Great Again”.
El exordio me huele a manifestaciones supremacistas con sus fuertes matices de racismo, desigualdades económico-sociales y guerras interminables urbi et orbi.
Y mientras el imperio se tambalea en la turbulencia de una crisis moral (no económica), a la colonia de Puerto Rico se le obliga a humillarse entregando todo los derechos que humanamente le corresponden. Una franca y monumental violación a la dignidad de todos los puertorriqueños. Esa es la verdad monda y lironda en la historia de dos naciones en la que una, Estados Unidos, ejerce el malhabido derecho de propiedad sobre la otra, Puerto Rico.
Ninguna nación tiene el derecho de poseer a otra, y menos por la fuerza.
Nuestra injuria tiene precio en Wall Street: $7.1 billones. Para la de ellos (como bien dice uno de sus anuncios comerciales) no hay precio que valga, es “priceless”, y sus daños son inconmensurables.
La diferencia entre una crisis y la otra son sus consecuencias. Mientras la Junta de Control Fiscal cobra la misma libra de carne que exigía Shylock en el “Mercader de Venecia”, sangrando nuestra economía y provocando una crisis humanitaria, Trump, al perder las elecciones, podria ocasionar el desmembramiento del Partido Republicano y la creación de un partido trumpista que sería aún mas abusador que el de los Goldwater, Nixon, Reagan, Bush y siga usted por ahí.
Nadie más que yo ha predicado el abstenernos en las elecciones coloniales. Pero la elección del 2016 en Puerto Rico, tiene rasgos plebiscitarios en los que el voto independentista estaría compitiendo en contra de un fantasma (ELA) y de candidatos independientes que le arrancarán votos al PNP y al PPD. Por eso y porque el que gane, poco gana ante la autoridad de la Junta Imperial, los comicios de este año tienen visos plebiscitarios, y la independencia es la única opción anti Junta, dándole a nuestro ideal la oportunidad de crecer en el apoyo electoral, algo que tarde o temprano tenemos que hacer para derrotar al colonialismo.
Es triste ver a puertorriqueños burlarse de quienes anhelamos y trabajamos por la independencia de nuestra patria; concepto que surge del valor supremo, que no es otro que el de la libertad. Y para ser francos, no es que no quieran ser hombres y mujeres libres, es que el miedo los atormenta. El coloniaje los ha convertido en seres humanos convencidos de su inferioridad. Se conforman con tres comidas diarias, para ellos, sus hijos y sus nietos. Otros, aunque más inteligentes, se abstienen de votar al no entender lo muy especial del momento y las oportunidades que nos brinda.
Votar por la independencia y por María de Lourdes Santiago el 8 de noviembre no es menospreciarse ni equivocarse; es aprovechar una oportunidad histórica de votar en contra del imperio, a la vez que honramos nuestro ideal.