Maldición del coloniaje
La gran diferencia entre la sociedad de la colonia (Puerto Rico) y las sociedades de la mayoría de los Estados (USA) es que en Puerto Rico nadie mata a un negro por ser negro. Parece una definición simplista pero no lo es dado como ese crimen se repite con demasiada frecuencia en Estados Unidos provocando protestas masivas de esas minorías. Y no se avergüenzan.
Representantes de esa sociedad racista, desmoralizada por el discrimen y las desigualdades económicas, siete de ellos, han sido designados, por decreto presidencial, a una Junta de Control Fiscal para sustituir la autoridad de nuestra oficialidad electa democráticamente en las urnas. ¿Cómo tolerar esa agresión a cuentas de una DEUDA con bonistas por la cual el gobierno imperial no quiere compartir la más mínima de las responsabilidades?
No obstante, hay no menos de medio millón de puertorriqueños en nuestra isla que ansían integrarse política y culturalmente a la Unión Federal como el Estado 51. Son los que atesoran su ciudadanía ‘americana’ de segunda clase por sobre su NACIONALIDAD.
No acaban de entender los estadoistas que si el discrimen racista y las desigualdades socio económicas mantienen al estado de Mississippi como el más pobre y menos saludable de los Estados Unidos ¿cómo creen ustedes que figuraría en esa escala de valía un estado hispano como Puerto Rico?
Al celebrar este viernes el aniversario 148 del Grito de Lares amanecemos como un Pueblo igualmente maldecidos por el coloniaje del siglo 19 y estigmatizados al máximo por la inferioridad. En pleno siglo 21 somos pura pertenencia, o sea un ‘reguerete de gentes’ viviendo en una isla donde. como dijo una vez Luis Muñoz Rivera: “nada es nuestro”. Y yo añado con mucho coraje; nada; menos la DEUDA. Esa sí es nuestra. ¡Qué finos!
Una nación no debe tener el derecho de POSEER a otra porque el derecho a la esclavitud NO EXISTE. Pero Puerto Rico y una mayoría de los puertorriqueños, deformados intelectual y moralmente por un monumental enredo de espíritu, desafía el dogma de la igualdad en la creación, base del concepto DIGNIDAD y acepta someterse a la voluntad de nuestros ‘dueños’. No podemos ser todo lo que podemos ser mientras vivamos bajo ese yugo colonial.
Y todavía hay quienes no creen que el colonialismo es un crimen.
Son los pragmáticos para quienes la vida es comer, defecar y satisfacer las necesidades animalescas. En fin, lo que les sirve; lo que le es útil. Lo que les conviene. Por eso el perro del millonario que se come seis chuletas diarias es feliz; pero no deja de ser perro. Los seres humanos somos otra cosa. Somos ideas y creencias.
Esa otra cosa incluye el derecho de ser libres. Me enferma cuando oigo a economistas por la radio decir que la dichosa DEUDA nuestra nada tiene que ver con nuestro estatus colonial y pienso como lo anémico de nuestra autoestima nos induce a culparnos por la quiebra de nuestras finanzas. Enseguida nos sentimos como los más corruptos del mundo con acentos en la ineptitud y la vagancia, todo en el marco de una insuficiencia de recursos naturales.
Los economistas no le ponen precio a la libertad, a los afectos o a la dignidad. Los más pedestres preguntan ¿Con qué se come eso? Importante para ellos es el per cápita, el Dow Jones y las Tasas de Interés. Puro chuletaje. Los animales se matan por comer mientras los seres humanos se inmolan por un ideal. Pero también se jactan de ser cristianos cuando en verdad idolatran a Mammon, el becerro de oro y se abrazan a un capitalismo que el propio Papa Francisco ha condenado como sistema que estimula el egoísmo y la codicia.
Puerto Rico pertenece a los Estados Unidos. Si avergüenza el admitirlo, más duele soportarlo y permitirlo. Es degradante. Que yo lo diga y que soplapotes como algunos de mis detractores que se avergüenzan de ser puertorriqueños se regodeen en el ridículo de su fantasía pitiyanqui es de esperarse. No obstante, los insto a que atiendan la protesta del Juez Federal Juan Torruellas repudiando la agresión anti democrática de Promesa y su Junta Imperial.
Nada puede lograrse en Puerto Rico funcionando desde los planos bajos y humillantes de la inferioridad política. Por eso, urge un paso firme hacia la libertad votando por la INDEPENDENCIA el 8 de noviembre.
Y a los siete síndicos: QUE SE VAYAN.
¿Y LA DEUDA?
Que la pague el imperio que nos ha sometido a la maldición del coloniaje por 118 años.