El tranque
El tranque en cualquier proyecto para descolonizar a Puerto Rico es la ciudadanía ‘americana’ del puertorriqueño. Por eso, plantearse una libre asociación con los Estados Unidos o vivir la fantasía de una Asamblea Constitucional de Status donde pudiese llegarse a un acuerdo a tal efecto es pura quimera. Urge que antes, el puertorriqueño jure fidelidad primaria a su nacionalidad, validada jurídicamente por una CIUDADANÍA PUERTORRIQUEÑA, dado ese paso e investido de soberanía, el pueblo de Puerto Rico entonces podría llegar a un pacto de ciudadanía dual con los Estados Unidos
Y ya me cansé de los mil y un argumentos económicos para justificar el que los puertorriqueños sigamos soportando la indignidad del coloniaje y así mismo, como economistas al fin, estos expertos lo llevan todo a números; o sea a dólares y centavos. Es cierto que se trata de una deuda de $72 billones que todos consideramos impagable pero también la consideramos injustamente atribuida exclusivamente a la incapacidad administrativa, vagancia o a la personalidad corrupta de los puertorriqueños.
Porque cuando los Estados Unidos asumieron poderes plenarios sobre el territorio de Puerto Rico asumieron también las responsabilidades que conlleva ser el dueño de ese territorio; una pertenencia, como muy claramente se define en la cláusula territorial del US Constitution.
Y así, sometido Puerto Rico al crimen del coloniaje con la Ley Fóraker, coloniaje que no ha dejado de agobiarnos por 118 años, los puertorriqueños no hemos podido ejercer nuestro derecho a la autodeterminación como para defender y desarrollar todo nuestro potencial económico como una nación libre y soberana Por eso, con mucha razón, procede que el Imperio se responsabilice por la deuda y que pague esa deuda a los bonistas como indemnización por haber sometido s tres millones de puertorriqueños al crimen del coloniaje desde el 1900.
Y vamos al asunto de la Ley Jones. Estados Unidos, no conforme con arrebatarnos nuestro derecho a ser un Pueblo libre, optó por DESNACIONALIZARNOS en 1917 espetándonos una ciudadanía ‘americana’ de segunda clase que evitaba el que la ciudadanía puertorriqueña fuera la legítima expresión jurídica de nuestra NACIONALIDAD. Eso fue la Ley Jones y, es historia; el que no entienda la lógica de este argumento tiene que educarse. Mucho leer y mucho pensar.
Luis Muñoz Marín, al no darle importancia a la ciudadanía puertorriqueña, glorificó la de los Estados Unidos a costa de menospreciar la nuestra, quizás sin percatarse que, al hacerlo, convertía al puertorriqueño en un ente político INFERIOR. ad perpetuam. Con toda la inteligencia que pudiera atribuírsele a Muñoz Marín, la verdad es que SE EQUIVOCÓ. Cambió chinas por botellas y de paso lastimó malamente la autoestima de tres millones de boricuas que pasaron a ser, de jure y de facto, ciudadanos ‘americanos’ de segunda clase y meramente RESIDENTES de Puerto Rico. No fue poco lo que el nacionalismo boricua, en desesperada oposición a la alternativa estadolibrista, aterrorizó en 1950 al que fuera el primer gobernador puertorriqueño electo por los colonialistas.
En sus discursos proselitistas del 1948, Muñoz Marín sembró la amenaza de que la independencia de nuestra nación equivalía a nuestra ruina económica vulgarizada la advertencia como que nos moriríamos de hambre. Hay que tener timbales para decirle a un Pueblo sometido al coloniaje por casi 500 años que el precio a pagarse por la libertad era morirse de hambre. Albizu, fiel a su postulado de que “la patria es valor y sacrificio” le hubiera dicho que prefería morirse de hambre que de vergüenza.
En 1993 me convencí de que era precisamente esa ciudadanía ‘americana’ de segunda clase, completamente ajena y antagónica a nuestra NACIONALIDAD, el TRANQUE que condenaba al puertorriqueño a la inferioridad y que de no RENUNCIAR A ELLA jamás seríamos hombres y mujeres libres. Fue una gran pena y motivo de desmoralización para mí el que el Partido Independentista
Puertorriqueño, por el cual siempre he votado (cuando votaba) no acogiera esta forma revolucionaria de lucha (como la llamó Mari Brás) para darle un golpe mortal al Imperio que nos mantenía en el coloniaje. Optaron por seguir su campaña por los votos, en momentos en que yo repartía 1,500 pasaportes boricuas a renunciantes. Nada se ha logrado en las urnas hasta el sol de hoy. Y una pena que Muñoz Marín no haya vivido lo suficiente para ver el abismo económico por el cual nos ha descarrilado su Estado Libre Asociado: una mentira, un engaño, en fin, un fraude el cual, todavía, miles de colonialistas apoyan al costo de degradarse moralmente y hasta quizás “morirse de hambre”.
El año 2016 se recordará como el año en que el Estado Libre Asociado fue desenmascarado por el mismo imperio que cínicamente lo justificó como descolonizador ante el mundo entero. Y lo había justificado para lavarse sus sucias manos tal y como Poncio Pilatos lavó las suyas. El trato que los Estados Unidos de América le ha dado al sumiso pueblo nuestro es pura y simplemente un crimen. Y con el botón de Oscar López Rivera nos basta para mostrarle al Mundo como la América de Trump masacra los derechos humanos y ver como un troglodita como Marco Rubio critica a Obama por siquiera pensar REGALARLE a Cuba a Guantánamo; como si, en algún momento, esa comunidad hubiera sido PARTE de os Estados Unidos.
Escribo hoy con toda la rabia que me hierve el alma al pensar en la Masacre de Ponce de 1937. Y lloro al pensar como patriotas boricuas, marchando algunos con fusiles de palo, fueron asesinados por los cipayos del imperio norteamericano. Como lloro cuando pienso en Oscar López Rivera, una mejor persona que los Obama, Trump, Nixon, los Bush y siga usted por ahí. Porque Oscar ES PUERTO RICO de carne y hueso. Y nosotros somos tan acomplejados que hacemos estatuas honrando a nuestros carceleros mientras permitimos que los invasores humillen a nuestra nación.
El 26 de abril de 1998, domingo, un grupo de aguadillanos liderados por Carlos Delgado Lasalle se personaron en la embajada de los Estados Unidos en Santo Domingo para presentar sus RENUNCIAS A LA CIUDADANIA AMERICANA. Se formó el corre y corre en ese recinto y el embajador envió un mensaje a Washington informando que los puertorriqueños estaban renunciando EN MASA al ‘tesoro’ del US Citizenship. Días estuvieron allí los renunciantes y sus actividades de protesta fueron filmadas para los noticieros y venteadas en los periódicos dominicanos mientras acá en Borinquen prevalecía el silencio del PIP y otras organizaciones independentistas. Mari Brás, que había votado en las elecciones generales de 1996 SIN SER CIUDADANO ‘AMERICANO’, y su voto validado en el tribunal que presidia el juez Hermida, aplaudía junto al patriota Pablo Marcano y miles de renunciantes la gesta patriótica de estos 14 aguadillanos.
Pero Washington contraatacó vulnerando el derecho que asistía a los renunciantes, violando los preceptos de su propia Ley de Inmigración NEGANDOLE la aceptación de esas renuncias. Y le tocó al patriota Alberto Lozada llevar su caso a un tribunal de Washington para que uno de eso jueces trampistas le negara a Lozada lo que por derecho natural y estatutario le correspondía. De esa manera el Imperio enterraba para siempre la posibilidad de que nuestra ciudadanía puertorriqueña validara jurídicamente nuestra NACIONALIDAD.
Han pasado más de 22 años de ese grito de Lares de 1993 cuando se hizo saber el proyecto de renunciar a la ciudadanía ‘americana’ generándose de inmediato más de 300 renuncias juradas ante el notario público Luis Garrastegui. Y creo que es hora de afirmar categóricamente que el Partido Independentista Puertorriqueño, o cualquier otro que surja con propósitos descolonizadores, debe incluir en su programática política el procurar de inmediato la renuncia a la ciudadanía ‘americana’ y la validación jurídica de la ciudadanía puertorriqueña, única que nos identificaría como lo que somos: nacionales puertorriqueños.
Y cierro diciendo, como si habla por Pedro Albizu Campos, que EL PUERTORRIQUEÑO QUE NO ESTÁ DISPUESTO A RENUNCIAR A LA CIUDADANÍA ‘AMERICANA’ – NO ES INDEPENDENTISTA. Y por si acaso algunos de mis lectores colonizados e intelectuales a medio cocinar me vienen con la estupidez de que Albizu nunca renunció a esa ciudadanía sepan que Albizu Campos la perdió para siempre cuando le declaró la guerra al Imperio.
¿QUÉ MÁS QUIEREN?
Y recuerden mis hijos y mis compatriotas mi último pensar: Es mejor morirse de hambre que de vergüenza.