Del tiempo perdido
El huracán María me ha obligado a reflexionar sobre algo más importante que la electricidad, el agua y todo lo que provoca la crisis humanitaria que sufre una mayoría de los puertorriqueños que compartimos vida y hacienda en nuestro archipiélago borincano.
Pienso en como una nacionalidad con fuertes raíces culturales hispánicas que prometía desarrollarse como una nación libre y soberana en el siglo 20 experimentaba el frenazo de una invasión militar por un naciente imperio anglosajón cuyos planes de expansión visualizaban a Puerto Rico como un bastión militar en el Caribe desde donde velar y proteger sus intereses en la América Central.
Washington nunca quiso que Puerto Rico fuera más que una pertenencia territorial, en fin, una colonia. Así fue, así ha sido y así es. Los anexionistas que giran sobre la cuenta de reserva moral de una ciudadanía americana de segunda clase pronto descubren que pierden el tiempo ya que la única manera de lograr sus ansias de igualdad es abandonando su patria. El exilio es un precio muy alto de pagar por esa gestión igualitaria.
Tiempo perdido fueron nuestras luchas libertarias que culminaron con la revolución nacionalista de 1950 cuando la bandera mono estrellada se izara sobre los cielos de Jayuya aquel 30 de octubre. Todo eso quedó empantanado en el 1952 en el fraude colonial del Estado Libre Asociado.
Ya para el año 2016 la naturaleza de esa Asociación fraudulenta se hizo patente e intolerable y más aun cuando en junio de ese año el presidente Barack Obama firmó la Ley Promesa que desmantelaba lo poco de democracia que quedaba en Puerto Rico humillando así, a un Pueblo que sufría la mayor catástrofe política y económica de su historia.
Y ese país en bancarrota fue lo que María destrozó el 20 de septiembre.
O sea que, una vez sobrevivamos la crisis humanitaria con la ayuda de los Estados Unidos (que ironía) no debemos perder de vista el que volveríamos a enfrentar la catástrofe política y económica del colonialismo. Tiempo perdido.
Y habrá puertorriqueños, muchos de ellos líderes, que verán la ayuda de los federales como modelo de generosidad y no como la responsabilidad moral de un imperio hacia una colonia que le ha servido bien. Y le dirán al mundo ¡QUÉ BUENOS SON LOS AMERICANOS!
También perdido en el tiempo quedarán las vidas de los puertorriqueños que se sacrificaron en guerras como las de Corea, Vietnam, Irak y Afganistán. Y en ese mismo vacío quedó la democracia en Puerto Rico, esa que un líder popular una vez se atrevió a jurar que “la democracia está en las urnas” Vieques y Culebra con su incalculable valor turístico, también fueron sacrificadas para servir los intereses militares del US Navy que las masacró con bombas y misiles en más de 60 años de maniobras.
Resumiendo todo lo expresado les advierto que cada momento que dejemos de pensar en la Libertad y la Soberanía que merece nuestra Isla nación, será, pura y simplemente tiempo perdido.