El presidente de los Estados Unidos nos hizo una visita de cortesía.

No podía esperarse menos de Donald Trump. Nos regaló cariños (love you) y promesas de ayuda a la vez que, tratando de minimizar la gravedad de nuestra tragedia, comparaba al huracán con María con una ‘verdadera catástrofe’ como lo fuera Katrina.  Y luego felicitó a los puertorriqueños por haber sobrevivido con una cantidad insignificante de muertos.

Para algunos líderes y políticos boricuas fue importante retratarse con Trump, el mismo, a quien tantos de ellos y tantas veces tildaron de incompetente, racista y mentiroso.

El dinero, el poder y los puestos de jerarquía no siempre enaltecen personalidades. En el caso de Trump, la presidencia de los Estados Unidos ha sido “mucho jamón para ese revoltillo”.

No obstante, los ‘selfies’ fueron la orden del día.

¿Quién no quisiera retratarse con el hombre más poderoso del Mundo? Así justificaba un comentarista radial ese afán, quizás añorando de un ‘chancecito’.

Como se esperaba, Trump habló mucho comenzado por pedirle a nuestra comisionada en Washington que repitiera los elogios sobre su presidencia y fue inmediatamente complacido por Jennifer González.

Trump no tardó mucho en regañarnos por haber descojonado el presupuesto de los Estados Unidos ahorrándose el atenuante de ‘sin querer’.  Eso daba la impresión de que le importaba más el presupuesto de su América que la crisis humanitaria que le presentaba un Puerto Rico destruido.

Aunque había anunciado una visita de cinco horas, Trump, cansado del figureo se marchó apenas cumplidas cuatro horas de estadía.

Y de regreso a su ‘confort zone’, Trump nos regaló un ‘bail out’ de la deuda, cosa que luego desmintieron sus sorprendidos ayudantes.  También vimos como cualquier plan de eliminar definitivamente las Leyes de Cabotaje era rechazado por el Congreso.  Eso él lo sabía.

Cumplió su promesa de enviarnos al vicepresidente y Mike Pence en tono más serio y comedido vino y nos garantizó un mejor porvenir.

Oremos.