No basta con PODER representar a Puerto Rico; hay que QUERER hacerlo. Y ese querer es obviando resentimientos, egoísmos, sacrificios y ambiciones personales.

La nacionalidad obliga.

Y ha sido el baloncesto puertorriqueño y específicamente nuestro Equipo Nacional la expresión cultural que más ampliamente ha difundido quienes somos y cómo somos de Japón hasta la Patagonia y pasando por toda Europa. Por exactamente eso, el baloncesto en Puerto Rico es mucho más que un deporte; o un juego.

Revivir momentos de gloria como el triunfo de nuestro equipo  sobre el Dream Team de los Estados Unidos; y tantos otros desde que irrumpimos exitosamente en el Mundobasket de Chile en 1959 apoyados en la figura de un héroe nacional como Pachín Vicens, es reconocer como forjamos un historial de excelencia para orgullo de todos los puertorriqueños.

Y es ahora que el drama interminable de ganar y perder nos ha colocado en la ‘rueda de abajo’ por circunstancias que van desde ausencias de talento, malas decisiones y  hasta errores de estrategia y táctica en el tabloncillo. Nunca más que antes, Puerto  Rico necesita disponer de todos los recursos humanos que puedan y quieran ayudar a superar esta crisis a nivel internacional en un deporte que intramuros  acaba de celebrar un exitoso Campeonato Nacional.

Sobre el tapete tenemos la participación de nuestro equipo en el Torneo Preolímpico en México donde pretendemos un  pase directo hacia el basket en las Olimpiadas Mundiales de Río de Janeiro a llevarse a cabo en el 2016. Y también sobre el tapete se nos presenta el problema de tres canasteros estelares; los tres puertorriqueños, que ahora mismo se debaten si unirse al Equipo Nacional o renunciar a formar parte de tan importante esfuerzo patriótico.

Se podrá diferir en cuanto a la valía de los canasteros que voy a mencionar pero nadie que conozca de baloncesto puede cuestionar la importancia que tendría para nuestra delegación en el Preolímpico el concurso de Peter John Ramos, Ricky Sánchez y David Huertas.

Mi llamado a ellos por estas líneas es a que hagan un examen de conciencia  y entiendan la enorme responsabilidad que, en Puerto Rico, es ser un baloncelista talentoso capaz de poner en alto nuestra nacionalidad. Es tanto lo que todos los puertorriqueños le debemos a nuestra única patria que no hay rencores ni resentimientos que puedan sobreponerse al sentimiento de quererla y luchar por ella.

Muchachos, su país los necesita y la nacionalidad obliga. Háganlo por Puerto Rico.