Oscar López Rivera sigue preso. Por ley. Y no pasa un día que no se me escape un suspiro pensando en su encarcelamiento y en la ley que violó porque esa ‘LEY’ violaba la dignidad de su persona  y la de su patria.

Una ley debe ser la consecuencia práctica de la justicia pero, además de que una ley puede ser injusta, muchas veces rige porque cuatro jueces se la imponen a tres. Y ni hablar cuando la persona es inocente o el castigo no guarda proporción con la falta. De todo eso hay en el encierro de Oscar. Y Barack Obama lo sabe.

En todo eso pienso cuando veo y oigo al presidente de los Estados Unidos de América predicar sobre libertad y justicia. Es un carcelero  insensible al dolor ajeno e indiferente a los valores supremos de la humanidad. Sus discursos tantas veces son conciertos de pura hipocresía.  La pleitesía que le rindiera a Nelson Mandela fue politiquería de la rancia, la misma que destila  doctrinándole a los G7 como líder del mundo libre.

Lo instaría a que devolviera el premio Nobel de la Paz que tan equivocadamente le otorgaron en el 2009.

Los Estados Unidos se jactan de ser un país de ley y orden y prueba al canto es que ningún otro gobierno tiene más gente encerrada en cárceles. Ironía.

Sin embargo, ninguna nación en el planeta  tiene más leyes que Puerto Rico. No solamente ostentamos dos cámaras legislativas, también tenemos dos constituciones como también paquetes de tribunales y un conserje glorificado en el Congreso Federal. ¡Qué clase de democracia somos! Modelo de inferioridad. Y que mejor representación que nuestro Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington. Pregúntenle a Pierluisi, él se los dirá.

Todo esto comenzó con la invasión que se legalizó en el Tratado de París de 1898. La Ley Fóraker del 1900 formalizó la colonia y la Ley Jones de 1917 desnacionalizó al puertorriqueño privándolo del derecho natural de ser ciudadano de su nacionalidad. Es mucho lo que se puede hacer por ley y leyes pero no hay una sola en este mundo que convierta a los puertorriqueños en nacionales norteamericanos de habla inglesa y cultura anglosajona, La ciudadanía ‘americana’ se nos impone con el derecho de la fuerza y  se pega con la saliva del analfabetismo pero la nacionalidad es algo que nace con el boricua,  no merece adulterarse y resiste la asimilación.

Lo triste de esta historia que parece un cuento.  Es que nacionales puertorriqueños decidieron en 1952 que valía más la ciudadanía del invasor, del imperio poderoso que nuestra NACIONALIDAD.

Y así, en 1952. Luis Muñoz Marín , un líder auto denominado como  EL PANFLETISTA DE DIOS , inspirándose en la Ley Federal 600,  convirtió a Puerto Rico en una  colonia constitucional, fenómeno político que enjuaga la DIGNIDAD en el fregadero de la inferioridad en aras del noble valor de la CONVENIENCIA, y claro, en pos de una ‘nueva aurora’.

Y su verbo fue apocalíptico: porque cualquier otra alternativa  significaría la ruina económica de Puerto Rico, Nos moriríamos de hambre.

La verdad es que del 1898 al 1940 pasamos de la pobreza a la miseria. Y para tratar de sobrevivir institucionalizamos la mentira y un coloniaje disfrazado. Ahogamos nuestra conciencia nacional en el mar de la dependencia convencidos por un liderato equivocado y dictatorial de que los puertorriqueños NO PODÍAMOS ser libres. Tan burdamente simple como decir que para los puertorriqueños la dignidad es un lujo y la independencia nuestra ruina económica.

¿Cómo vivimos en el Puerto Rico del  2015?

En una colonia arruinada, económica y moralmente.

¿Dónde quedó la ‘nueva aurora’ del panfletista?