JOSÉ ARSENIO
Hay un solo José Arsenio en Puerto Rico pero para el récord su apellido es Torres y acaba de anunciar que abandona su oráculo matinal que diariamente protagoniza por Radio Isla.
Se trata de un sabio, especie en vía de extinción en un Puerto Rico que necesita educarse. Dejará un vacío en la frecuencia radial del 1320. No lo dude. Como todos los octagenarios nacidos y criados en esta isla patria, nos educamos sin la televisión lo que propició el que encontráramos en los libros una diversión importante que nos preparó para darle buen uso a la inteligencia; leyendo y aprendiendo.
No sé cómo lo hizo José Arsenio pero mi abuelo Cayetano, sabio también, puso en mis manos La Iliada a los ocho años diciéndome: “Fufi, la sabiduría está en los libros”. Y a pesar del baloncesto, la música y mi catecismo católico, hice de la lectura un hábito y de la sabiduría una religión. ¿Saber para que’? Saber para servir al prójimo y a la sociedad.
Enseña el que sabe. Y la vida de José Arsenio se puede resumir en esa oración. La política es un virus que ataca la verdad y ni los sabios están vacunados. Así le pasó a mi abuelo Cayetano y ciertamente a este profesor de profesores a quien dedico este blog. Sus artículos en El Mundo a principios de los sesenta criticando al gobierno obligó a Luis Muñoz Marín a reclutarlo para su equipo electoral y en 1964 se hizo senador por el PPD.
En el 1966 la verdad pudo más que la política bacteriana y José Arsenio tranquilamente votó en contra de una resolución cameral que endosaba la guerra de los Estados Unidos con Vietnam. Creo que Muñoz estaba en Roma. Maybe. En fin, pudo más en este cuarentón su inteligencia y su conciencia que la conveniencia. Cualquier parecido con Manuel Natal de 28 años no es pura coincidencia. Y es que los sabios también se equivocan. Eso lo pudo haber dicho el viejo Aristóteles, alter ego de nuestro homenajeado.
Y digo homenajeado veraz y respetuosamente no vaya a ser que algún intrigante aluda al discurso de Marco Antonio en el entierro de Julio César cuando dijo en la obra de Shakespeare: “We have come here to bury Caesar, not to praise him”.
Mi admiración por José Arsenio Torres es verdadera. Admiro su inteligencia, su acervo cultural en fin, su sabiduría. Y por eso me entristeció cuando en su desahogo del jueves dejó ver la lastimadura que le causó el que Carlos Gallisá lo haya calificado como colonialista. Pero como buen gallo de cafetín, que lo es como lo dijera el Dr. Ibarra, se sacó de la manga la metáfora de que los independentistas como Gallisá se tiraban en una piscina vacía. Abrió la puerta para que alguien le preguntara ¿cuánta agua tiene la piscina del Estado Libre Asociado?
En la década del 1970 y en una comparecencia televisada de José Arsenio ante una comisión congresional en Estados Unidos (escribo de memoria y puedo errar en cuanto a lugar y ocasión) escuché con mucho interés y atención una justificación del Estado Libre Asociado de Puerto Rico y recuerdo que le comenté a mi esposa algo asÍ como “nunca antes he escuchado una defensa más brillante de una falsedad”. Porque, el intelectual que había correctamente condenado la política guerrera de Lyndon Johnson en Vietnam, era el mismo que diez años después desarrollaba una tesis anticolonialista que obviaba la monumental verdad jurídica y política de un Puerto Rico sujeto a los poderes de una cláusula territorial del U.S. Constitution.
O sea, para ponerlo vulgarmente, si usted le pregunta a José Arsenio Torres: ¿Puerto Rico es una colonia de los Estados Unidos? Si contesta que NO, miente.
Con todos los déficits que pueda usted adjudicarle a José Arsenio se trata de una personalidad extraordinariamente valiosa y un puertorriqueño cuya palabra echaremos de menos a pesar de que nos hiera su dogmatismo colonialista atribuible quizás a la filosofía pragmática deweyana de que “It is good if it works” que se traduce algo así como “lo bueno es lo que sirve”.
Termino preguntándole ¿y la dignidad para qué sirve?