El carimbo
El 2 de marzo de1917 una millonada de puertorriqueños fueron desnacionalizados al serconvertidos en ciudadanos de los Estados Unidos por el derecho de la fuerza y apesar de que un 99 por ciento de ellos no podía leer y entender ni un párrafode la Carta Constitucional a la cual se le exigía lealtad.
Así, elpuertorriqueño hispano parlante y con una etnia y rasgos culturales claramentedefinidos y distintos al de los anglosajones que invadieron a Puerto Rico en1898, fue castrado jurídicamente evitando que jamás pudiera identificarse conuna ciudadanía que correspondiera a la naturaleza de su nacionalidad.
Tal y como elhierro del carimbo de los españoles sellaba a fuego la piel negra del esclavoafricano, el decreto imperial de la Ley Jones estigmatizaba de inferioridad alboricua, no solo porque le negaba el derecho natural de la ciudadaníapuertorriqueña sino porque la que le imponía era de segunda clase en claraviolación a su propia constitución imperial. Su nueva ciudadanía no le añadíani pizca de libertad al isleño.
¿Porque lohicieron?
Lo hicieron porel inmenso valor geopolítico que la isla de Puerto Rico representaba paraWashington y tratándose de una gente culturalmente distintos a ellosnecesitaban asegurar de los invadidosuna lealtad absoluta a su América. Nada tuvo que ver el que se le garantizarasu entrada y salida a los Estados Unidos porque eso ya se había resuelto en1903 en el tribunal de Nueva York (caso González vs Williams 192 US1)determinándose a los puertorriqueños como AMERICAN NATIONALS y bajo laprotección del gobierno yanki.
Tampoco se hizopara posibilitar el reclutamiento de boricuas al ejército estadunidense en vísperas de su entrada a la primera guerramundial ya que eso lo podían hacer sin que fueran ciudadanos de la USA.
Algunoscolonizados de entonces y de ahora consideran importante premio de consolaciónel poder maximizar sus derechos ciudadanos mudándose a vivir en uno de losestados de la unión federal. O sea, el precio a pagar por la IGUALDAD es el EXILIO.Pero es hasta ahí que llega la ¿generosidad? de ese imperio que jamás hapensado en admitir a Puerto Rico como Estado. Y si eso ha sido obvio desde el1898, sigue siéndolo en el 2014.
Los anexionistas celebraron el ‘regalo’ apesar de su déficit democrático creyendo que luego vendría el ‘poolpote’ de laEstadidad. Todavía lo están esperando y este lunes festejan su inferioridad. Locurioso e inesperado por muchos puertorriqueños fue el giro histórico anti nacional que diera el Partido Popularluego de hacerse dueño del poder político en la década del 1940. Desviación queMuñoz Marín permitiera se garantizara en el Preámbulo de la Constitución delELA diciendo: “consideramos factor determinante en nuestra vida la ciudadaníade los Estados Unidos de América”. He ahí la complicidad de los populares en elatropello de nuestra conciencia nacional. –
La mayoría delos puertorriqueños aceptó y respaldó en las urnas el discurso conformista y’conveniente’ de Luis Muñoz Marín que, luego de, en alguna medida aliviar elalto grado de explotación económica que sufriera la colonia por más de cuarentaaños de puro abuso, se sentó a ver ylamentarse de como nuestro Pueblo desarrollaba una actitud de dependencia porel tutelaje ‘americano’, no solo en loseconómico sino también en lo político llegando al extremo de institucionalizarel “ con ellos todo y sin ellos nada”.Honrando esa premisa, Muñoz se inventó pactos fatulos y el ELA; propició elaval de la ONU con la mentira y validóel coloniaje en el Plebiscito de 1967.
El antagonismoentre ciudadanía ‘americana’ y nacionalismo puertorriqueño es obvio eirreconciliable, no solo porque el idioma nos distancia de ellos sino porque lacultura, suma de ideas, creencias, tradiciones costumbres, en fin, geografía, historia y propósitos, son tansignificativamente diferentes. Esa misma razón que es imperativo categóricopara independizarnos y de esa manera maximizar los valores de nuestraparticular personalidad es la que le sirve al Congreso Federal para rechazar elplan de convertir a Puerto Rico en el Estado 51. El puertorriqueño de tercera ycuarta generación se ha asimilado en muchos estados de la unión pero la inmensamayoría de los que vivimos aquí seguimos siendo boricuas. Somos una nación: nolo dude.
Por eso,celebrar el día en el que se le aplicóal puertorriqueño el CARIMBO de unaciudadanía completamente extraña a su nacionalidad, es celebrar el másextremista de los colonialismos: el que desnacionaliza.
Si triste es elenredo de espíritu que sufren esos puertorriqueños desnacionalizados cuyanación es la América de Jorge Washington, patética es la condición mental deunos dos millones de sus compatriotas que, colonizados, aceptan, viven ydefienden su inferioridad política respondiendo a un catálogo de temores quelos incapacita para liberarse.
Y pensar queJuan Mari Bras ejerció el poder de la soberanía puertorriqueña votando por laindependencia de Puerto Rico en las elecciones coloniales de 1996 sin serciudadano ‘americano’. Eso sí que vale la pena recordarse en nuestra historia.