La verdad sobre Uber
El avispero se revolcó la semana pasada, tan pronto Uber confirmó su plan para entrar al mercado de Puerto Rico. De inmediato, llovieron las críticas y amenazas de los taxistas.
Pero esa reacción no debe sorprender, considerando que Uber ya ha experimentado ese rechazo en múltiples ciudades dentro de los 67 países donde opera.
El modelo de Uber se centra en una aplicación móvil que le permite al consumidor acceso a una red de conductores dispuestos a transportarlo por tarifas económicas. En muchos casos, esas tarifas resultan más baratas que las de los taxistas y ahí es donde radica parte de la controversia.
Dentro del debate, algunas voces han planteado que la llegada de Uber podría, incluso, ayudar a los taxistas a generarle negocio adicional. Esto partiendo de la premisa de que si un conductor usa Uber para llegar a un punto, luego podría usar un taxi de regreso en caso de no poder acceder a un conductor a través del app.
Gente, no nos llamemos a engaño. Uber no vendrá a hacerle favores a los taxistas. Su llegada, en efecto le hará mella a un negocio que se ha rehusado a cambiar, a mejorar sus tarifas, a ampliar sus rutas, a elevar su servicio al cliente. Los taxistas la van a pasar mal y no hay protesta que valga. La mejor protesta es reformular su negocio y atemperarlo al siglo 21.
Tuve la oportunidad de usar Uber por primera vez en Londres, Copenhagen y Estocolmo. En las últimas dos ciudades, no tuve que retirar tan siquiera dinero en efectivo, ya que mediante Uber el pago se hace mediante el app. Previo a montarte recibes un estimado de cuánto te va a costar y, por política de Uber, no se paga propina. Pero la luna de miel sobre ruedas acabó tan pronto regresé a Puerto Rico y me tuve que montar en un taxi.
Pese a que mi tarifa sería menos de $20, al no andar con efectivo, me dijeron que con crédito se me cobraría un mínimo de $30. Al decirle que iría un momento a retirar efectivo, me avisaron que entonces tendría que yo mismo bajar las maletas, ya que no me podían esperar. Con el cansancio encima, accedí a que me cobrara $30. Al cobrarme, el taxista me dijo que el sistema no aceptó mi tarjeta. Le dimos otra tarjeta de crédito, y se procesó el pago. Durante el corto tramo a casa, verifiqué la cuenta de la primera tarjeta con la que intenté pagar y -sorpresa- el pago sí había sido procesado. Así las cosas, terminamos pagando $60 por una ruta de menos de $20. Al día siguiente, el taxista me envió un giro por $30, el cual aún no he ido a depositar. Creo que lo guardaré para usarlo cuando llegue Uber.
Los taxistas no deben resistir Uber. Deben invertir esas energías en actualizar su negocio para mejorar. Aprovechar la tecnología y usarla a su favor.
Todas las industrias y sectores están cambiando y todos hemos tenido que hacer ajustes en nuestros respectivos rubros ante los cambios tecnológicos y económicos. Los taxistas no están exentos. La ruta obligada es el camino hacia la transformación y ahí no hay luz roja que valga.