Sábanas de ilusión
Puerto Rico, sin duda, se arropa actualmente en una sábana tejida con amargas trifulcas amarradas a hilos de iliquidez. Como si fuera poco, la Isla se cubre aún más bajo un abultado colchón de deuda, pero carente de voluntad, renuente a cortar de raíz un desgastado modelo y a trabajar en una nueva fórmula. Está a la espera de que una varita mágica venga a traer una solución donde todo el mundo salga ganando. Al parecer, aún creemos en cuentos de hadas.
En el Congreso se debate sobre una Junta de Control Fiscal para la Isla, donde la Isla parece ser lo menos importante, ya que la herramienta de “supervisión” provista, haría virtualmente imposible una reestructuración de la deuda. Al final del día, ese escollo solo sirve para dilatar el comienzo de nuestra larga ruta hacia la recuperación.
Mientras, el Banco Gubernamental de Fomento sigue al borde del precipicio, amenazando con llevarse enredada a la economía entera de un País que se acostumbró a depender de que otro, más adelante, pagara la cuenta.
Las repercusiones de ambos asuntos en el sector productivo del País son peligrosas. Pero aún el pueblo parece estar dormido, arropado en sábanas de ilusión.
Tres cosas tienen que pasar para reparar nuestro quebrantado sistema: reestructuración, reforma y desarrollo.
Si bien fuimos irresponsables en elevar la deuda a las alturas del monte Everest, ahora debemos luchar por lograr acceso a algún tipo de mecanismo que nos permita reestructurarla. Pero no sin antes tener claro que no podemos volver a caer en los errores de endeudamiento que nos trajeron hasta este punto.
Pero eso tampoco será suficiente. Tenemos que movernos hacia una reforma drástica del aparato gubernamental, a modo de crear un Gobierno que no gaste más allá de lo que recibe y que invierta estratégicamente en actividades que redunden en beneficio económico y social.