Sabor boricua que se apodera de Disney
Cuando se piensa en la gastronomíade los parques de Disney, pueden venir a la mente múltiples imágenes decoloridos platos y calóricas golosinas. En mi caso, que no visito los parquestemáticos desde 1997, aun recuerdo las burdas piernas de pavo ahumadas siendodevoradas por hambrientos turistas, quienes se desplazaban por los parques sinvergüenza alguna.
Lo que nopasaba por mente alguna era que algún día, en uno de los parquesdel Reino Mágico, se pudieran conseguir desde tostones y arroz con carne guisada hasta Ron Don Q y salchichas Carmela.
Sin embargo, esaimagen ya puede ocupar la mente de todo turista que se de la vuelta duranteestos tres meses por el Epcot International Food and Wine Fest,catalogado como el festival gastronómico más grande del mundo, y en elcual Puerto Rico cuenta con el pabellón temporero más grande de todos losparticipantes.
En el evento, que inicióel fin de semana pasado, participa un importante puñado de empresaspuertorriqueñas, incluyendo CC1, Panamerican Grain, Serrallés y Greenpack, por mencionar algunas. Nuestras periodistas Marian Díaz y Ana María Abruña, viajaron para el lanzamiento del festival yhoy, en la portada de la revista Negocios de El Nuevo Día, reportansobre importantes negocios que se están cocinando y que ya han redundado ennegocio adicional para estas empresas.
Y es que más allá delfestival, los empresarios están utilizando esta oportunidad para lograrexportar sus productos de una manera permanente, o al menos, que trascienda loscerca de tres meses que dura el festival. En el caso de Serrallés, por ejemplo,a menos de una semana de haber iniciado el festival, la empresa puertorriqueñaya pactó con Disney para convertir a Don Q en el ron “de la casa” devarios de sus parques. Greenpack, mejor conocida por su marca Mi Cosecha,está negociando un importante contrato con uno de los pabellonespermanentes de Epcot, que ha decidido que quiere vender sus tostones.
Casualmente, a menos de 24 horas deescribir estas líneas, me topé con Carlos Colón hijo, uno de losdueños de Greenpack, y su esposa Sandra Fernández. Elregocijo de ambos era evidente. Pero más allá de felicidad, vi en suscaras una genuino deseo de que el proyecto de exportación a través de Disneysiga creciendo, a modo de demostrar que pese a los retos económicos, elempresario boricua puede dar el palo y evaporar ese nocivomantra de “que la cosa está mala”. Ojalá podamos contagiar a todos lospuertorriqueños con ese toque de esperanza.