El carrusel
Es sorprendente la organización que observo en las escuelas aquí.
En la de mi hijo, cada mañana los autos se alinean en una fila que va avanzando, pasito a pasito, serpenteando hasta que llegan a la entrada del plantel. Entonces, los empleados abren las puertas de los carros y escoltan a los estudiantes al interior del aula.
En las tardes, cuando culmina la jornada escolar, la rutina es similar: los autos hacen la filita, suave suavecito, …, pero cuando ya se están acercando, un empleado ubicado en el estacionamiento y con un celular en mano, lee el pequeño rótulo que la escuela te asignó el cual tiene un número y debes llevar colgando en tu retrovisor.
El empleado le textea a alguien dentro de la escuela el número del rútulo de manera que cuando llegas en tu auto frente al plantel ya tienen a tu hijo listo. Te abren la puerta, lo montan y ¡zás!, te vas.
Así, cada día, cada padre con su hijo se mantiene en su burbuja: en las mañanas salen de la burbuja de su casa y se meten a la burbuja de su auto. Y de ahí el niño o la niña sale al interior de la gran burbuja escolar.
Es muy seguro para todos. Muy organizado. Sin embargo, esto me ha impedido -al momento- conocer las caras de los otros padres del segundo grado de mi hijo. No he podido ejecutar lo que hacíamos en el colegio donde tenía a Dieguito en Puerto Rico: crear un chat en WhatsApp para que los padres y madres nos comunicáramos cuando había alguna asignación complicada o para tratar de entender una tarea que el niño no pudo completar o ponerse al día cuando tu hijo faltó porque se enfermó.
Por eso, decidí dejar de vez en cuando el carrusel de carros, para estacionarlo y bajarme. Al menos, en el extremadamente limpio vestíbulo del plantel, me tropiezo con rostros de muchos que tienen pinta de boricua a quienes saludo con este movimiento rápido que consiste en subir y bajar cabeza.
Cuando me bajo del carro logro detectar que no soy el único que procura asegurarse que la joven de la recepción asocie tu cara con la de tu hijo. Y allí trato de ir con frecuencia, aunque sea para preguntarle qué hora es. Debe pensar que tengo algún problema de salud mental pero al menos ya me conoce, me saluda y me pregunta por mi hijo.
Me queda esperar que anuncien alguna actividad de confraternización, porque las escuelas son comunidades y el encuentro entre los padres es tan importante como el de los niños. Además, el director del plantel es boricua y algo debe estar cuajando para provocar un junte que rompa la burbuja.
Es algo que extraño de mi Borinquen.