Un año luz es la distancia que la luz recorre en un año. Equivale, según la NASA, a 9,000,000,000,000 kilómetros. Doce ceros después del nueve, o para leerlo mejor, 9 billones.

En Puerto Rico, desde el paso del huracán María en septiembre de 2017, más que los años luz, nos importan los sin luz.

Los apagones han sido la norma en estos casi cinco años. Al principio, totales, luego parciales, aunque hemos sufrido algunos totales, o casi, incluso en meses recientes. La llegada de Luma, la privatizadora que lo iba a solucionar todo en un instante, no ha cumplido las expectativas.

Tanta ha sido la desgracia que mucha gente se ha acostumbrado, al punto de que acepta como normal quedarse sin luz por horas o días enteros. Han proliferado los generadores que se alimentan de gasolina, diesel o gas licuado, y las placas solares con sofisticadas baterías para aquellos con más posibilidades económicas.

Pero el puertorriqueño, y sobre todo las puertorriqueñas, somos gente optimista, de buen carácter, confiada en que las cosas mejorarán pronto (aunque pasen años). Hasta ahora.

El pronóstico que acaba de darnos estos días el gobernador Pedro Pierluisi no es bueno. A él le parece que sí, pero no lo es: que en ocho años tendremos un servicio de electricidad confiable, restaurado, fuerte.

Ocho años más, porque ya llevamos cinco. Ocho años que auguran tenernos en esta situación de fragilidad hasta las elecciones de 2028. Por lo menos.

Serán ocho años de promesas, muchas incumplidas. De aumentos tarifarios y otros añadidos a la factura de luz, tengamos o no servicio eléctrico.

Ah, pero van a reparar aquí y allá. El dinero que nos mande FEMA por filtración (ahora apenas han mandado el 6% de los más de $10,000 millones aprobados) servirán para reparar o cambiar postes en algunos municipios y para mejorar alguna que otra unidad generatriz de las que están en precario, que son todas.

Seguiremos compitiendo con los años luz de la ciencia. A lo mejor la NASA empieza a observarnos. Y nos hacemos famosos por nuestros propios años luz (más bien sin luz) y llegan científicos de todo el mundo a estudiar nuestro caso. Quién sabe si hasta nos conviene esta incertidumbre.

Olvidaba que también tenemos problemas con el suministro de agua. Pero de eso, de momento, podemos echarle la culpa a la naturaleza.