No es no, ¿o no?
¿Qué parte del “no” de la Junta de Supervisión Fiscal es la que no entendió el gobernador?
El proyecto presupuestario enmendado que el gobernador Ricardo Rosselló le presentó esta semana a la Junta es casi 9% mayor que el que había sometido en abril y que el organismo rechazó de plano por incumplir con el plan fiscal.
En realidad, Rosselló sabe que sigue incumpliendo las directrices de la Junta Fiscal y aparentemente esa es su forma de protestar contra su autoridad.
Lo que parece que no sabe, o no quiere entender el gobernador, es que no tiene argumentos contra el poder de la Junta, que emana de la ley Promesa y esta, a su vez, de la autoridad suprema del Congreso de Estados Unidos sobre Puerto Rico.
Es casi incomprensible que el gobernador insista en retar a la Junta, que le ordenó —sí, le ordenó— reducir las partidas destinadas al pago de pensiones y al bono de Navidad de los empleados públicos como condición para darle paso al presupuesto que debe regir a partir del 1 de julio.
Como es difícil de entender que se presente como “amigo de la corte” en la demanda que han sometido los galleros contra la inclusión federal de Puerto Rico en la prohibición de las peleas de gallos.
Pues sí, las peleas de gallos son un deporte tradicional en Puerto Rico, nos guste o no. Y también rinde amplios beneficios económicos al fisco, aparte de crear empleos.
Pero el Congreso no piensa igual.
Rosselló es estadista, pero a lo boricua. Con aquello que llamaban “estadidad jíbara”. Con el español enyuntado con el inglés. Con la bandera monoestrellada junto a la americana. Con la autonomía deportiva. En fin, lo que los populares una vez denominaron “lo mejor de los dos mundos”, que en realidad es lo mismo que “estadidad jíbara” y, para los que todavía no entienden, igual que vivir en Disney World.
Ya la Junta Fiscal le repitió el “no es no” al gobernador y, si cumple sus amenazas, lo próximo sería imponer el presupuesto que es aceptable para ese organismo, el que excluye las partidas que Rosselló insiste en mantener.
Si eso ocurre, el gobernador tendrá que hacer algo más que retar la autoridad de la Junta. Como encadenarse a la verja de Casa Blanca, por ejemplo.