La isla de la fantasía
No es la primera vez que titulo así una entrada a mi blog. Lo hice antes en 2009, cuando publicaba en el diario hermano, en ocasión de una absurda campaña publicitaria que la Compañía de Turismo lanzó para contrarrestar la mala imagen del País que provocó el asesinato de una estadounidense en Fajardo.
Hoy recurro al mismo título por otro absurdo, el desfachatado intento del presidente interino de la Universidad de Puerto Rico, Darrell Hillman, de subirse el sueldo en medio de la crisis fiscal que ha jamaqueado en años recientes a nuestro principal centro de enseñanza superior.
Hillman, un profesor del Recinto de Ciencias Médicas que asomó sorpresivamente a la vida pública al ser nombrado presidente interino de la UPR este verano, devengaba un salario de $9,033 mensuales que, por arte de magia, se aumentó a $10,234 a partir de esta semana.
Hasta la Junta de Gobierno que lo sentó en la silla presidencial ha decidido marcar un compás de espera antes de ratificar el alza salarial, que Hillman pretende acompañar con aumentos de sueldo para cierto personal de confianza.
Pero, ¿hablamos de la Universidad de Puerto Rico? ¿Esta es la misma institución que intentó sin éxito ablandar a la Junta de Supervisión Fiscal para evitar recortes multimillonarios en su presupuesto hace apenas unos meses? ¿Es que nadie recuerda la estrechez financiera en la que su forzado plan fiscal la ha sumido?
Me preguntaba hace unas horas, mientras leía con incredulidad la historia de la colega Keila López Alicea en El Nuevo Día, si Hillman y su “personal de confianza” son conscientes de la situación fiscal que vive la UPR y, más allá, el País entero.
Subí a mi página de Facebook la nota de El Nuevo Día con el siguiente comentario: “¿En qué país vive esta gente?”
Las reacciones no se hicieron esperar. Una amiga me respondió enseguida: “En el país del billete, de la corrupción, del descaro, de la falta de valores y de respeto al pueblo. En un país que ni tú ni yo vivimos”.
Se equivoca en esto último mi buena amiga. Este sí es el país que habitamos.
En aquella entrada al blog de 2009, el entonces director de Turismo, intentando apagar el fuego que estaba provocando el asesinato de la turista, alegaba que Puerto Rico era un país cálido y hospitalario que acogía a sus visitantes.
Yo escribí: “Puerto Rico, señor director de Turismo, no se distingue por ‘la calidez y hospitalidad’ con que su gente acoge a sus visitantes. Se distingue por el crimen, por la violencia, por el desempleo; por la falta de recursos para educación, para salud, para seguridad; por los pobres servicios a los contribuyentes”.
Nada ha cambiado en todos estos años. Por el contrario, ha empeorado. Y la culpa es de la inconciencia y el descaro de nuestros gobernantes y sus acólitos, algunos con muchos años de experiencia y otros no tanto, que se sirven a sí mismos antes que a los ciudadanos y al País.
Sigue siendo la isla de la fantasía. Y ahí está la UPR como espejo de nuestro fracaso.