Nosotros a lo nuestro
Cientos de miles de mujeres marcharon este sábado en muchas ciudades del mundo en defensa de derechos cuyo reconocimiento fue producto de las luchas y la persistencia de muchísimos años y que ahora se ven amenazados.
Aquí también vimos a miles marchar… pero no para reivindicar derecho alguno, sino más bien para pasarla bien en las Fiestas de la Calle San Sebastián.
No es que en Puerto Rico no se hayan librado luchas feministas en reclamo de igualdad en múltiples temas. Se han ganado derechos que durante décadas, incluso siglos, les habían sido negados, y se ha conseguido aprobar legislación como la histórica Ley 54 contra la violencia de género, impulsada por la siempre recordada Velda González y que repercutió en leyes similares en otros países.
Esta vez, sin embargo, se nos fue la guagua. Mientras las mujeres se organizaban por todo el mundo para protestar masivamente en coincidencia con la inauguración de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, en Puerto Rico no se hizo nada. O fracasó el intento de hacer algo, no lo sé.
Lo cierto es que las Fiestas de la Calle San Sebastián, rebautizadas SanSe por algunos intereses comerciales, acapararon la atención, y las energías, de los puertorriqueños en este fin de semana.
Justo cuando juramentaba Trump. Y coincidiendo también con el intercambio de mollero entre la Junta de Supervisión Fiscal y el gobernador Ricardo Rosselló Nevares sobre lo que hay que hacer para resolver la crisis fiscal que nos ahoga.
Ya me dirán algunos, y con razón, que las Fiestas llegaron primero. Cada año se celebran para estas fechas y atraen a decenas de miles, centenares de miles en ocasiones, a ese reducido espacio que es el Viejo San Juan, hacinado de turistas de cruceros y visitantes locales que durante cuatro días beben, comen, disfrutan de espectáculos artísticos y de los ofrecimientos de nuestros artesanos.
Cualquiera diría que no nos importa Trump y las políticas retrógradas que pueda impulsar en connivencia con el Congreso que ya nos ha negado casi todo desde antes de la llegada del nuevo gobierno. Ni las amenazas de la Junta Fiscal de tirarnos encima a los acreedores si no ponemos en vigor de inmediato una retahila de medidas drásticas para reducir la nómina gubernamental y las pensiones de los retirados, así como recortar dramáticamente el seguro de salud del que ahora depende casi la mitad de la población.
Es verdad que Rosselló ha respondido negándose a acatar las directrices de la Junta Fiscal, pero al mismo tiempo ha comenzado a aprobar apresuradamente otras medidas, como la llamada reforma laboral que es una especie de Ley 7 pero para los empleados de la empresa privada.
Aquella Ley 7 de 2009 del entonces gobernador Luis Fortuño costó miles de empleos públicos –algunos estiman que hasta 30,000 aunque el gobierno se defendió diciendo que eran 12,000. No se sabe aún cuántos empleos privados costará eventualmente la eliminación de derechos adquiridos que se legisla en la reforma actual.
Los pronósticos más optimistas de los expertos nos dan hasta el verano antes de que el gobierno colapse y se lleve de frente al País entero.
Pero no importa. Nosotros, como Serrat, “vamos subiendo la cuesta que arriba mi calle se vistió de fiesta”.
“Apurad/ que allí os espero si queréis venir/ pues cae la noche y ya se van/ nuestras miserias a dormir”.