Los candidatos independientes a la gobernación carecen de estructuras políticas conocidas, lo que significa que nadie sabe a quiénes reclutarían para formar gobierno en caso de que alguno de ellos ganara.
Alexandra Lúgaro y Manuel Cidre aspiran solos, sin partido, una novedad en el panorama político de Puerto Rico que, en caso de que uno u otro obtuviera el respaldo mayoritario en los comicios de este martes, se traduciría en una búsqueda de candidatos al gabinete que necesariamente tendría que incluir a populares, novoprogresistas e independentistas.
En otras palabras, tendrían que recurrir al partidismo que han atacado durante sus respectivas campañas para poder formar el gobierno independiente que defienden.
Las candidaturas independientes, sobre todo las que buscan la gobernación, me parecen de una arrogancia mayúscula. Ese “voten por yo”, como decía Chanita, implica que se creen superiores.
Pero ese no es el mayor problema que tienen las candidaturas independientes de Lúgaro y Cidre. Aun sin poder librarse del partidismo y de la arrogancia implícita en sus aspiraciones, deberían ser capaces de encontrar a buenos candidatos a cargos en el Ejecutivo dispuestos a echar a un lado sus preferencias políticas en aras de colaborar en un buen gobierno.
Lo grave es que no lo sabemos y ni siquiera nos lo hemos preguntado.
Los candidatos que aspiran bajo insignias de partidos, incluyendo los de los partidos minoritarios, siempre cuentan con el respaldo de sus aspirantes a legisladores y alcaldes. Pero en el caso de los independientes –que aspiran solos– desconocemos quiénes serían sus colaboradores en el gobierno y eso es un defecto de fábrica.
En pocas horas sabremos qué ocurrirá con las candidaturas de Lúgaro y Cidre. Si se esfuma el apoyo que le han dado las encuestas, se los habrá tragado, como a tantos otros, el monstruo de dos cabezas de los partidos de mayoría.
Si sobreviven, será a costa nuevamente de los partidos minoritarios y habrá que preguntarse si era para tanto.