Abel Nazario, acusado y legislando
Si Abel Nazario es inocente o culpable lo determinarán en su día los tribunales de Estados Unidos. En el interín, tendremos en el Senado, legislando y cobrando un salario público, a un hombre acusado de fraude contra una agencia federal a la que sometió declaraciones falsas.
A eso se reduce, de momento, la situación del senador novato que fue alcalde de Yauco durante 16 años. Pero las implicaciones son mucho más serias.
La fiscalía federal imputa a Nazario haber sometido declaraciones falsas sobre un acuerdo al que se vio obligado a llegar para pagarles salarios atrasados a una treintena de empleados municipales que cobraban cuatro horas cuando trabajaban seis. Así de simple.
Nazario, que presidía hasta esta semana la importante Comisión de Educación del Senado que atiende todo lo relacionado con la compleja operación del Departamento de Educación y las reformas introducidas este cuatrienio, fue separado de esa responsabilidad tan pronto se conocieron los cargos.
El gobernador Ricardo Rosselló Nevares, presidente de su Partido Nuevo Progresista y del que Nazario es vicepresidente, le solicitó de inmediato que renunciara a su escaño, pero el legislador se negó.
Decidió por sus pantalones quedarse en su banca senatorial y seguir cobrando un salario básico de $72,000, manejando una nómina de empleados en su oficina legislativa, y recibiendo otros beneficios tangenciales a su condición de legislador.
Seguramente será alejado de las responsabilidades partidistas que ejercía –no debe esperarse condescendencia alguna de su jefe político, al que desoyó–, pero es obvio que mantendrá el apoyo del presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz, quien lo acompañó en la rueda de prensa en la que anunció su intención de mantenerse en su escaño durante el procesamiento de su caso judicial.
Nazario es un tipo con suerte, después de todo. Se le acusa de cargos federales, se le arresta y se le lleva ante una magistrada que, contrario a lo que solemos ver en el Tribunal Federal en San Juan, lo deja libre sin fianza porque “no representa riesgo de fuga”. Y entonces le pone la tapa al pomo anunciando que seguirá como senador en lo que el hacha va y viene.
Las nuevas generaciones son tal vez muy jóvenes para recordar, pero unas décadas atrás, cuando comenzaron a revelarse en Puerto Rico casos de corrupción que tocaban a figuras públicas, lo menos que se esperaba era que dejaran su cargo voluntariamente o, de lo contrario, que se les destituyera.
Pero ya no hay recato. Ni los líderes tienen el mollero necesario para imponerse cuando un subalterno se les enfrenta y rehusa acatar un requerimiento de renuncia.
Eso ha pasado en este caso. Nazario se queda porque sí y Rosselló Nevares no tiene el apoyo suficiente en la cúpula de su partido para obligarlo a irse.
Algunos conocedores de procesos como el que se ha iniciado en el foro federal contra Nazario piensan que el caso en su contra no es tan grave y que incluso debió manejarse administrativamente.
No sabemos porqué los federales han sido tan duros en el caso de Nazario, pero esperamos que pongan el mismo empeño en atender las denuncias públicas sobre el escándalo de las paletas de agua embotellada abandonada a sol y sereno por meses en Ceiba y de los furgones de ayuda “olvidados” en distintos puntos de la Isla.
Nos consuela saber que cualquier pesquisa senatorial sobre estos hallazgos no la encabezará Nazario.