El efecto Lúgaro
Si las encuestas no fallan, las candidaturas independientes a la gobernación de Alexandra Lúgaro y Manuel Cidre le harán mucho daño a los candidatos de los partidos minoritarios, propensos a sufrir, elección tras elección, de la fuga de votantes a última hora.
Las encuestas le atribuyen a Lúgaro una simpatía entre los electores que no suele ser común con los candidatos independientes o de partidos minoritarios. Cidre también goza de simpatías poco comunes entre los electores potenciales, pero el caso de Lúgaro parece excepcional.
La compañera periodista Wilda Rodríguez dijo el miércoles durante un foro de la Fundación Carlos M. Castañeda en el recinto de Ponce de la Universidad Interamericana que si Lúgaro figura con un 6% del voto a las 6:00 de la tarde del día de las elecciones, el candidato popular David Bernier debe darse por perdido.
Seguramente que así sería. Lo que pasa es que, si examinamos comicios anteriores, vemos que los electores suelen arrepentirse de votar por candidatos a los que se atribuyen pocas posibilidades de ganar y se vuelcan a última hora hacia los candidatos de los partidos mayoritarios, no para favorecer a uno sobre el otro sino más bien para evitar que gane aquel al que menos quieren.
El panorama este año no es el mismo de siempre, es cierto, por lo que deberíamos prepararnos para recibir algunas sorpresas. Tenemos seis candidatos a la gobernación –incluidos dos independientes que han generado muchas simpatías—y hay condicionantes que no estuvieron presentes nunca antes.
Por ejemplo, los votos serán contados mediante un sistema electrónico que fue ensayado en las primarias de junio pasado pero que no ha pasado la gran prueba de fuego del martes. Para complicar la cosa, la Comisión Estatal de Elecciones no ha preparado adecuadamente a los ciudadanos para enfrentarse al nuevo sistema, lo que puede demorar el tiempo que tome votar e incluso complicar el escrutinio.
Y, como si esto fuera poco, muy presente en el ambiente estará la Junta de Supervisión Fiscal, el organismo creado por el Congreso que obligará al gobierno entrante a someterse a sus reglas en materia fiscal y presupuestaria. Aunque no figura en la papeleta, nadie duda que será la Junta Fiscal la que dictará el rumbo del nuevo gobierno.
Los candidatos mayoritarios no han reconocido ante los electores que quien gane la gobernación tendrá no solo que trabajar mano a mano con la Junta Fiscal, sino también someterse a su autoridad, lo que limitará enormemente su capacidad administrativa y política. Prometen lo que saben que no podrán cumplir o, cuando menos, lo que requerirá la aprobación de la Junta para que se pueda hacer realidad.
Y los que no reconocen la autoridad suprema de la Junta Fiscal tampoco le han dicho a los electores que el poder de ese organismo va por encima de su disposición a aceptarlo.
Hay muchas interrogantes en el aire, pero el efecto de Alexandra Lúgaro sobre el resultado electoral parece ser la que más curiosidad está generando.