Kissimmee
¿Kissimmee? Sí, aquí vine a parar. Al principio no sabía ni escribirlo. A veces Kisimí, Kissme, Kísimmi, etc. La cosa es que ahora se ha convertido en mi hogar y en el de muchos boricuas errantes como yo; ya le tengo cariño. Hasta conozco el origen de su nombre: bueno hay varias teorías acerca del origen de su nombre. Se dice que coincide con una ortografía moderna de una palabra tribal que viene de un pueblo de la Jororo, ¿De la que? La Jororo es de una de las tribus menos conocidas de la Florida. Otra teoría es que vino de ‘Cacema’, un nombre nativo americano que significa “agua larga”. Pero lo cierto es que su centro es el Rio Kissimmee. Su población para el Censo del 2010 era de 59,682 habitantes, de los cuales el 58.9% son hispanos y de ese porciento el 33.1% son boricuas. Hubo un aumento de boricuas de un 7.2% si lo comparamos con el Censo del 2000. Es decir, nos mudamos todos para aquí, a un pueblo que se parece en población a Cabo Rojo.
Kissimmee y la Florida como tal, tienen muchos parques y reservas abiertas para el público, pero hoy en día muy poca gente sale a la calle a explorar los pequeños paisajes que hay. Que hasta me atrevo imaginar que viven solo a kilómetros de ellos y no los conocen.
Esto me pasó a mí. Hasta que un día de esos de aburrimiento total, como dice uno, salí a explorar con mi abuelo, que aquella vez había venido de visita. Sacamos cañas de pescar que teníamos guardadas y salimos a ver si encontrábamos algún lago seguro para poder disfrutar de aquel hermoso día.
Nunca imaginé encontrar en medio de la avenida principal de Kissimmee (la 192, Estación 14), una pequeña entrada a una quebrada y una reserva que forman parte de un parque llamado Shingle Creek, algo así como “Quebrada Culebrilla”. El lugar parecía de otro mundo. No se parece en nada los parques de diversión construidos en Disney ni en otros lugares, porque es un parque construido por la naturaleza, con muy poca intervención humana.
Al ver la cara de mis hermanos, que también iban conmigo, me dio deseo de explorarlo. Entramos, y no habían pasado ni cinco minutos cuando de una vereda sale una mujer blanca de baja estatura, pelo lacio y apoyada de un pequeño bastón de caminante, que venía en dirección a nosotros. Al encontrarnos la saludamos y para sorpresa mía ella tenía deseos de hablar. Nos preguntó si era nuestra primera visita y cuando le dije que sí, me empezó a contar todo lo que había en el parque. Y no conforme con eso se ofreció a enseñárnoslo. Caminamos por todas las veredas y recovecos. En su charla, se veía que disfrutaba el enseñar. Luego supe por qué. Era maestra retirada de origen Coreano que trabajó toda su vida como maestra en una escuela pública de Kissimmee, cuyo nombre no recuerdo.
En resumen de una sola vez conocimos un parque natural y una maestra natural, porque aún retirada nos enseñó muchas cosas. Disfrutamos unas horas formando recuerdos y cultivando nuevas experiencias.
Gracias a esa visita y a esa maestra he regresado a ese parque en varias ocasiones. Traigo a mis hermanos para que disfruten en kayak por la quebrada, paseen por la pequeña reserva, y si no, vengo yo sola a contemplar la naturaleza en todo su esplendor.